sábado, 4 de noviembre de 2017

- Coyoacan, un bonito lugar a visitar

Coyoacán es una de las 16 delegaciones del Distrito Federal  Su territorio abarca más de 54 kilómetros cuadrados, y está ubicado sobre la planicie del Valle de México.
El nombre Coyoacan significa “Donde abundan los coyotes”, viene del Nahuatl: Coyote y huacan = que contiene, que abundan.
El centro histórico de Coyoacán es uno de los barrios intelectuales y bohemios de la capital mexicana. Numerosos personajes públicos nacionales y extranjeros —artistas, intelectuales y políticos—, han tenido su residencia en Coyoacán o en sus barrios.
Plaza en el centro de Coyahacan, fuente de los coyotes
La delegación ofrece varios espacios culturales en los que la gente puede disfrutar de una variedad servicios ofrecidos como en los museos Nacional de Culturas Populares, de Frida Kahlo, Casa de León Trotsky, Foro Cultural Coyoacanense y el Centro Nacional de las Artes, entre otros.

Además Coyoacán alberga un sin número de expresiones culturales en su explanada principal conocida como el Centro de Coyoacán, en donde por mencionar algunas, podremos encontrar mimos, el tradicional organillero, la venta de los singulares churros y chocolate caliente.
Dos de los principales puntos de interés son los jardines del Centenario y el Hidalgo (también conocido como el parque de los coyotes), en los concurrían anteriormente todo tipo de personas sin importar cultura religión o clase social —artistas gráficos, lectores de tarot, adivinos, comerciantes—; normalmente, se los podía encontrar alrededor de la Fuente de los Coyotes. 
Hoy en el interior del jardín está el Mercado de Artesanías de Coyoacán. Los Viveros, con abundantes especies vegetales, es visitado por mucha gente y es espacio para la ejercitación.
La Plaza y Capilla de la Concepción, conocidas como La Conchita, fue la primera Iglesia edificada en la Nueva España. Los indicios históricos apuntan a que fue en este lugar donde se celebró la primera misa en el territorio que habría de ser el corazón del virreinato. Posteriormente se edificaron la Capilla Santa Catalina de Siena, también conocida como Santa Catarina, que fue capilla de indígenas o capilla abierta, y el Templo y convento de San Juan Bautista, famoso por su belleza de pinturas y retablos.
Interior del Templo de San Juan Bautista

Claustro del Templo de San Juan Bautista
A lo largo de su historia, Coyoacán ha sido testigo del paso de importantes pintores, escritores, artistas plásticos y escultores que con su aportación han enriquecido el acervo cultural de nuestro país. Diego Rivera, Frida Kahlo, Salvador Novo, Octavio Paz, León Trotsky, Emilio El Indio Fernández son algunos de sus habitantes ilustres.
En la delegación Coyoacán se encuentran la Ciudad Universitaria de la UNAM, la Plaza de Churubusco y el exconvento del mismo nombre, parques y jardines como, además de los ya citados, el Frida Kahlo, la Alameda del Sur, los parques Xicotencatl, Masayoshi Ohira y ecológico Huayamilpas entre otros; los museos Anahuacalli, de León Trotsky, de Frida Kahlo, Nacional de las Intervenciones, de la Acuarela, del Automóvil, de las Culturas Populares; el Kiosco, las casas Colorada, de los Camilos, Municipal, de Diego de Ordaz, del Indio Fernández, de Alvarado y de Dolores del Río, la biblioteca General Vicente Guerrero; el zoológico regional Los Coyotes, donde se exhibe fauna endémica y nativa del Valle de México.

Museo de las Culturas Populares




Coyoacán cuenta con grandes y hermosísimos bosques, como los Viveros o el parque de Huayamilpas, por citar solo dos.

La parte más alta corresponde al cerro Zacatépetl, en el suroeste de la delegación, donde también se encuentra la zona de Los Pedregales. Todo el territorio coyoacanense se encuentra urbanizado, pero dentro de él se encuentran importantes zonas verdes como la Ciudad Universitaria y los viveros de Coyoacán.
En la época precolombina, una parte del territorio coyoacanense se encontraba bajo el Lago de Texcoco y Xochimilco. Durante el Preclásico Medio se desarrollaron en la zona algunas aldeas agrícolas, entre las que destaca Copilco por los testimonios de las costumbres funerarias de la época. Al momento de la llegada de los españoles, Coyoacán formaba parte de la esfera de influencia de México-Tenochtitlan, que se proveía de agua dulce en los manantiales coyoacanenses. Después de la Conquista se estableció ahí el primer ayuntamiento y sede del gobierno de Nueva España.
Durante el siglo XIX fue escenario de numerosos enfrentamientos entre facciones mexicanas y contra los invasores extranjeros. En el Porfiriato fue adquiriendo su carácter de barrio acomodado, a costa del desplazamiento de los habitantes originarios.
Coyoacán es un sitio con una alta concentración de infraestructura cultural y turística. Dentro de ella se encuentran las sedes de importantes instituciones educativas de México, como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Autónoma Metropolitana. Alberga recintos tan importantes como los museos Nacional de las Intervenciones, el Anahuacalli, el Nacional de la Acuarela y el Centro Cultural Universitario.
Coyoacán se ubica en el centro geográfico del Distrito Federal, posee una superficie de 54.4 kilómetros cuadrados que representan el 3.6% del territorio de la capital del país. Colinda al norte con la Delegación Benito Juárez; al oriente, con Iztapalapa; al sureste, con Xochimilco; al sur, con la delegación Tlalpan; y al poniente, con la delegación Álvaro Obregón
La totalidad de Coyoacán se encuentra dentro de la subprovincia Lagos y Volcanes del Anáhuac de la provincia fisiográfica del Eje Neovolcánico. Esta zona se caracteriza por la presencia de altas cadenas volcánicas que emergieron entre el Terciario y el Cuaternario. El 47% de la superficie corresponde a la meseta basáltica o malpaís de Los Pedregales, ubicados al poniente de Villa Coyoacán y Santa Úrsula Coapa. El 39% corresponde a la llanura lacustre, descubierta con la desecación del Lago de Xochimilco que ocupaba el tercio oriental del actual término de la delegación. El resto del territorio corresponde al aluvión de los lagos de Anáhuac.
Historia: En torno a la llegada de los españoles a México, Coyoacán era uno de los señoríos sujetos a México-Tenochtitlan. En esa época era gobernado por Cuauhpopoca, emparentado por las alianzas matrimoniales con los tlatoanis mexicas y administrador de las tierras del Totonacapan. Cuauhpopoca compartía —con otros miembros de la realeza tenochca como Cacama— la opinión de que había que combatir a los españoles, que habían entrado en los dominios mexicas por el norte del actual estado de Veracruz. 
En abril de 1519 los totonacos, apoyados por los españoles, intentaron resistirse al pago del tributo a México-Tenochtitlan. Los mexicas sometieron a los totonacos, que abandonaron a los españoles a su suerte. Juan de Escalante fue decapitado y su cabeza fue enviada a Moctezuma Xocoyotzin. Con este pretexto, Hernán Cortés ordenó la prisión para Moctezuma y la ejecución de Cuauhpopoca, dando inicio a las hostilidades entre los mexicas y los españoles y sus aliados.
Trece bergantines completaron el frente del ataque final a Tenochtitlan. Cuando estas embarcaciones se acercaron a esa ciudad, fueron atacados por las embarcaciones procedentes de toda la ribera, incluyendo Coyoacán y Huitzilopochco. Cristóbal de Olid enfrentó la resistencia de Coyoacán, pero pudo vencerla por la llegada de los bergantines. Después de vencer en Coyoacán, ambos apoyaron a Gonzalo de Sandoval en su batalla contra Iztapalapa. Al final, Coyoacán pasó al bando de los españoles. Durante el sitio de Tenochtitlan, los coyoacanenses bloquearon el suministro de agua para los tenochcas y aportaron guerreros para el combate final. Hernán Cortés estableció en Coyoacán la primera sede del gobierno novohispano y de su marquesado.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

- Día de muertos en Pátzcuaro

En Janitzio, uno de los islotes que conforman Pátzcuaro, todo comienza el 31 de octubre con la cacería del pato, las mujeres del pueblo cocinan en diversos platillos el resultado de la caza que más tarde será ofrendado a los muertos.
Después, el pueblo realiza dos fiestas a los fieles difuntos, la primera el 1 de noviembre, cuando se recuerda a los “angelitos”, es decir a aquellos que murieron siendo niños, posteriormente el 2 de noviembre se honra a los muertos que perecieron siendo adultos. Justo para honrarlos es que se realiza una procesión nocturna el 1 de noviembre en canoas ataviadas con infinidad de velas, llevando ricos platillos y bebidas y ambientadas con música para dar la bienvenida a quienes regresan de la muerte.
El espectáculo es impresionante pues el lago se ilumina de tal forma y se llena de tantos rezos y cantos que casi puede sentirse la presencia de quienes ya se fueron. Aquí las tradicionales veladas en los panteones también se vuelven todo un espectáculo debido a la cantidad de velas y los adornos majestuosos que los familiares colocan en las tumbas. 
Hay ofrendas monumentales en Pátzcuaro, Janitzio, Yunuen y el resto de los islotes alrededor del lago. No olvides visitar las ofrendas monumentales que ponen los lugareños: del 28 de octubre al 6 de noviembre estará la del Museo de Artes e Industrias Populares de Pátzcuaro.
Sin duda, vivir un día de muertos en Pátzcuaro es una de esas cosas que deben ocurrir una vez en la vida: aquí las tradiciones se han vuelto espectáculo y viajantes de todo el mundo vienen a presenciarlas. En Pátzcuaro, Michoacán, la fiesta de muertos fortalece los lazos familiares y comunitarios, puesto que toda la familia y localidad participa en los preparativos que engalanarán las casas, calles y plazas por las que retornarán los difuntos.

*Janitzio una de las islas del lago de Pátzcuaro, es la más importante de las cinco islas, seguida de la isla Yunuen.. Su nombre original purépecha es Janitsïo (Flor de trigo o maíz)
 En lo alto de la isla, observable desde lo lejos, existe un monumento del héroe nacional de la revolución de independencia (con su brazo derecho alzado y su puño cerrado), José María Morelos y Pavón. Este monumento contiene en su interior una colección de pinturas que describen la biografía del héroe mexicano. Existe un mirador en la estructura en el puño del monumento donde se puede admirar todo los alrededores de la isla así como gran proporción del lago de Pátzcuaro.
La isla se puede visitar yendo en barca desde Pátzcuaro. El visitante puede disfrutar durante una corta travesía de la actuación que realizan los pescadores en sus barcas, como rememoración de la pesca que se hacía antiguamente. El despliegue de las artes de pesca (redes en forma de mariposa) en un momento determinado es un espectáculo muy bello. 
El 1 de noviembre tiene lugar en la isla una ceremonia muy querida para sus habitantes. Durante la noche es costumbre llevar las ofrendas a los muertos. Se hace una procesión iluminada con cirios y animada con cánticos religiosos. Toda la isla resplandece con luces y antorchas.
El Día de Muertos en Janitzio es una de los eventos religiosos más importantes de México. Al llegar la víspera del Día de Muertos, todo es un ambiente de fiesta hasta que llega la hora de que empiezan a sonar las campanas y las almas se presentan, mientras los vivos se empiezan a congregar ante los despojos mortales de los que se han ido.
Durante la noche del 1 de noviembre la gente llega hasta las tumbas con ofrendas, flores, pan, frutas, símbolos y recuerdos para venerar a sus seres que ya no están materialmente. Erigen un altar y se sientan a contemplar las llamas de sus velas mientras van murmurando oraciones toda la noche.
Una leyenda Purépecha dice que al morir las almas vuelan como mariposas monarcas sobre un lago encantado hasta la Isla de Janitzio y solo se necesita abrir el corazón para que al atravesar en lancha el lago se puedan ver las almas dibujarse entre las aguas del lago de Pátzcuaro.
Si deseas algún día visitar y ver en vivo lo que es la tradición del Día de Muertos en Janitzio, primero que nada procura llevar sueter, el clima es un poco frio, zapatos bajos, y pantalones cómodos.
La mejor vista de la Isla de Janitzio es desde el monumento a Morelos. Obviamente la mejor fecha para visitar es durante el Puente de Noviembre, ya que la isla se ilumina con velas y altares de muertos, la vista de noche es espectacular. Hay lanchas que te llevan y traen a todas horas.
Al final cada quien decide que cara le pone a sus muertos, y hasta como quiere ser recordado, pero todos sabemos que van a estar con nosotros el 2 de noviembre, cuando salgamos a caminar en compañía de nuestros ancestros.


*Yunuen: Yunuen significa “media luna” por la forma curva de la isla de unos 200 metros. Su principal atractivo es su vegetación siempre verde y fresca, además de sus construcciones típicas, las cuales se consideran un reflejo de la tradición purépecha.
Está situado en el Municipio de Pátzcuaro (en el Estado de Michoacán de Ocampo a 2060 metros de altitud. Yunuen se localiza al noreste del Lago de Pátzcuaro (antigua capital de los Puépechas). En el Lago de Pátzcuaro existen 9 islas, Janitzio es la más conocida que junto con las islas Tecuanita y Tecuena forman un conjunto; otras 3, son las islas Urandenes cuyo nombre proviene del vocablo urani que significa “batea”; un conjunto más son Jarácuaro y Copujo. Finalmente, el cuarto grupo es el de Yunuen y Pacanda.
EL día de muertos en Yunuen se celebra el 1y el 2 de noviembre es la celebración más emblemática. El 1 de noviembre el pueblo espera la llegada de los que vienen de otro mundo y van al panteón a realizar la "kejtzítakua zapícheri" (velación de los ángeles o niños muertos) temprano ese día. Se reza en la tumba mientras se encienden velas alrededor de la ofrenda que tiene atole, pan, el juguete preferido y figuras de azúcar.
Según la creencia local, los muertos vuelven desde el Cumiehchúcuaro, reino de los muertos. Se realiza un corona o arco en una estructura de carrizo que se forra con cempasúchil (flor regional), se cuelga fruta, flores, entre otros; y se colocan figuras de alfeñique, entre otros alimentos. En la parte superior se coloca una foto y las bebidas preferidas de la persona a quien se dedica el altar.
Según la creencia del pueblo, el día primero de noviembre se dedica a los “muertos chiquitos”, es decir, a aquellos que murieron siendo niños; el día dos, a los fallecidos en edad adulta. En algunos lugares del país el 28 de octubre corresponde a las personas que murieron a causa de un accidente. En cambio, el 30 del mismo mes se espera la llegada de las almas de los “limbos” o niños que murieron sin haber recibido el bautizo.
El ritual de Día de Muertos conlleva una enorme trascendencia popular, su celebración comprende muy diversos aspectos, desde los filosóficos hasta los materiales.
La celebración de Todos los Santos y Fieles Difuntos, se ha mezclado con la conmemoración del día de muertos que los indígenas festejan desde los tiempos prehispánicos. Los antiguos mexicanos, o mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano.
Antes de la llegada de los españoles, dicha celebración se realizaba en el mes de agosto y coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, calabaza, garbanzo y frijol. Los productos cosechados de la tierra eran parte de la ofrenda. Los Fieles Difuntos, en la tradición occidental es, y ha sido un acto de luto y oración para que descansen en paz los muertos. Y al ser tocada esta fecha por la tradición indígena se ha convertido en fiesta, en carnaval de olores, gustos y amores en el que los vivos y los muertos conviven, se tocan en la remembranza.
El Día de Muertos, como culto popular, es un acto que lo mismo nos lleva al recogimiento que a la oración o a la fiesta; sobre todo esta última en la que la muerte y los muertos deambulan y hacen sentir su presencia cálida entre los vivos. Con nuestros muertos también llega su majestad la Muerte; baja a la tierra y convive con los mexicanos y con las muchas culturas indígenas que hay en nuestra República. Su majestad la Muerte, es tan simple, tan llana y tan etérea que sus huesos y su sonrisa están en nuestro regazo, altar y galería.
Hoy también vemos que el país y su gente se visten de muchos colores para venerar la muerte: el amarillo de la flor de cempasúchil, el blanco del alhelí, el rojo de la flor afelpada llamada pata de león... Es el reflejo del sincretismo de dos culturas: la indígena y la hispana, que se impregnan y crean un nuevo lenguaje y una escenografía de la muerte y de los muertos.
En estas fechas se celebra el ritual que reúne a los vivos con sus parientes, los que murieron. Es el tiempo trascendental en que las almas de los muertos tienen permiso para regresar al mundo de los vivos.
Hay que considerar que la celebración de Día de Muertos, sobre todo, es una celebración a la memoria. Los rituales reafirman el tiempo sagrado, el tiempo religioso y este tiempo es un tiempo primordial, es un tiempo de memoria colectiva. El ritual de las ánimas es un acto que privilegia el recuerdo sobre el olvido.
La ofrenda que se presenta los días primero y dos de noviembre constituye un homenaje a un visitante distinguido, pues el pueblo cree sinceramente que el difunto a quien se dedica habrá de venir de ultratumba a disfrutarla. Se compone, entre otras cosas, del típico pan de muerto, calabaza en tacha y platillos de la culinaria mexicana que en vida fueron de la preferencia del difunto. Para hacerla más grata se emplean también ornatos como las flores, papel picado, velas amarillas, calaveras de azúcar, los sahumadores en los que se quema el copal.
Entre los antiguos pueblos nahuas, después de la muerte, el alma viajaba a otros lugares para seguir viviendo. Por ello es que los enterramientos se hacían a veces con las herramientas y vasijas que los difuntos utilizaban en vida, y, según su posición social y política, se les enterraba con sus acompañantes, que podían ser una o varias personas o un perro. El más allá para estas culturas, era trascender la vida para estar en el espacio divinizado, el que habitaban los dioses.

viernes, 13 de octubre de 2017

- Tepotzotlan y el Museo del Virreinato

Aunque se ubica a unos cuantos kilómetros de la Ciudad de México, Tepotzotlán es un sitio muy tranquilo que aún guarda ese toque de provincia. 
Entre sus grandes atractivos se encuentra el Ex Convento de San Francisco Javier, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que también alberga el Museo Nacional del Virreinato, uno de los mejores del país. 
Además, en el mercado podrás probar ricos antojitos y en su plaza comprar artesanías; en sus alrededores conocer un impresionante acueducto y un parque ecoturístico; y, en diciembre, ser parte de sus famosas pastorelas.

Plaza de la Cruz
Es la principal plaza del pueblo y en ella donde podrás ver una cruz atrial de piedra que tiene labradas diversas imágenes de la Pasión de Cristo. 
El gran atrio frente al complejo del museo se llama la Plaza de la Cruz, que contiene una cruz atrial de piedra y un tallado con escenas de la Pasión de Cristo.También destacan su quiosco y los portales.
La fachada de la iglesia de San Francisco Javier fue construido entre 1760 y 1762 en la piedra gris, cubriendo la fachada original del siglo 17. 

Esta fachada se atribuye al arquitecto Ildefonso Iniesta Bejarano. La fachada resume los temas que se presentan en los retablos en su interior. La imagen más destacada es de la Virgen María como la gran Patrona de los jesuitas. En la cresta esta una imagen del arcángel San Miguel. La ornamentación de su fachada continua a través de la torre del campanario, que data del siglo 18 y el uso de la columna "estípite" (pirámide truncada invertida) de aquí es muy evidente a medida que la decoración de la fachada continúa hasta la torre. La torre está coronada por una cruz de hierro. Esta fachada está considerada como la más importante del estilo Churrigueresco en México. 
La construcción de la Iglesia de San Francisco Javier se inició en 1670 y se terminó en 1682. El diseño del edificio se atribuye a José Durán. El diseño de la iglesia es de cruz latina típica con una cúpula con pechina. Las bóvedas de crucería de la iglesia conservan motivos decorativos.
 En la pechina se hay un mural del siglo 17 que se identifica como San Luis Gonzaga con lirios de tigre como símbolo de pureza, San Estanislao Kostka con el niño Jesús en sus brazos, Francisco de Borja con una calavera, e Ignacio de Loyola con el estándar jesuita. En el siglo 18, estas pinturas fueron sustituidas con pinturas de oleo de los cuatro evangelistas. Estas fueron trasladadas a la antesala en la década de 1960.
-La Capilla de los novicios o Capilla Doméstica:


Interior de la Capilla de los Novicios o "Capilla Doméstica"

Ex Convento de San Francisco Javier
Desde la entrada a Tepotzotlán llama la atención por su imponente fachada. Esta construcción del siglo XVIII es una de las más representativas del estilo churrigueresco en México. Su portada tiene una ornamentación que se prolonga a los dos cuerpos de la torre, donde el uso de la columna estípite es lo más sobresaliente.
Actualmente, el ex convento alberga el Museo Nacional del Virreinato.
Parte del encanto de Tepotzotlán está en este recinto asentado en lo que fuera el Colegio de San Francisco Javier que desde 1919 resguarda alrededor de 15 mil piezas, que engloban importantes y valiosas colecciones de objetos relacionados con la historia colonial del país. 
El Museo Nacional del Virreinato es un recinto museográfico de México ubicado en el antiguo Colegio de San Francisco Javier en Tepotzotlán. Está dedicado a la exhibición, difusión e investigación del Virreinato de la Nueva España. Conserva una muestra de veinte pinturas del célebre artista novohispano Cristóbal de Villalpando, así como creaciones de Juan Correa, Martín de Vos y Miguel Cabrera.
El museo alberga objetos de uso religioso y civil esculpidos en madera, cera y pasta de caña de maíz. Guarda una colección de utensilios de plata, imágenes talladas en marfil relacionadas con el comercio con Oriente, cerámicas, armaduras, arte plumario, textiles, armas, muebles y una vasta biblioteca con más de 4,000 ejemplares, muchos de ellos incunables.
En el museo hay otros espacios no menos valiosos como el antiguo Claustro de los Aljibes con lienzos que relatan la vida de San Ignacio de Loyola, el Claustro de los Naranjos con su fuente octagonal, la Capilla Doméstica con su hermoso cancel de madera taraceado, la sala de Las Monjas Coronadas dedicada a la vida conventual femenina, la fuente original del llamado Salto del Agua, sus bellos jardines y el mirador en el que es posible apreciar este pueblo mágico y sus alrededores.
Dicho complejo fue construido por los jesuitas a partir de la década de 1580. Aquí se fundaron tres centros de aprendizaje: una escuela para enseñar las lenguas indígenas a los evangelistas jesuitas, una escuela para niños indígenas y el Colegio de San Francisco Javier, para capacitar a los padres jesuitas. 
El complejo se compone de tres secciones: la zona de la escuela, con dormitorios, biblioteca, cocina, capilla, etc.; la Iglesia de San Francisco Javier; y la Iglesia de San Pedro Apóstol. El antiguo colegio y la iglesia de San Francisco Javier se han convertido en el Museo del Virreinato, con la antigua zona de la universidad albergando una gran colección de arte y objetos cotidianos de la época colonial, y la Iglesia de San Francisco Javier albergando una de las más importantes colecciones de retablos churriguerescos en México. La Iglesia de San Pedro Apóstol es la única parte de todo el complejo que todavía se utiliza para fines religiosos.
Interior de la Iglesia de San Francisco Javier, hay preciosos retablos barrocos
Los jesuitas llegaron tarde a la evangelización de la mayor parte de la población del centro de México, debido a que la mayor parte ya se había hecho por otras órdenes como los Franciscanos en la década de 1580. Sin embargo, los jesuitas se encontraron con la falta de educación. Los jesuitas llegaron a Tepotzotlán en la década de 1580 y se instalaron en las estructuras locales. Un líder indígena local, Martín Maldonado, quedó impresionado con los jesuitas, quienes ya habían hecho una escuela para enseñar lenguas indígenas a los sacerdotes. Maldonado hizo una importante donación a los jesuitas con el fin de inaugurar una escuela para niños indígenas. Esta escuela fue nombrada San Martín, en ella se enseñaba música, religión, lectura, y la escritura en español. A mediados de la década de 1580 la formación de los sacerdotes jesuitas se trasladó de San Pedro y San Pablo Colegio en la ciudad de México a una nueva instalación llamada el Colegio de San Francisco Javier. 
Estas escuelas harían a Tepotzotlán uno de los centros educativos más prestigiosos de la Nueva España. El complejo de la escuela continuó creciendo durante el siglo XVII. La iglesia adyacente de San Francisco Javier se inició en 1670. La escuela continuó creciendo en prestigio y tamaño hasta 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados de todos los territorios pertenecientes a España, por lo cual la Corona española tomó posesión de todas las propiedades controladas por los Jesuitas.
El colegio fue abandonado durante ocho años hasta que el arzobispo Alonso Núñez de Haro y Peralta lo puso bajo el cuidado de los sacerdotes ordinarios y le cambió el nombre a Real Colegio de Instrucción Retiro Voluntario y Corrección del Clero Secular. Esta institución no sólo capacitó nuevos sacerdotes, sino que además sirvió como una comunidad de retiro para sacerdotes ancianos o discapacitados. 
Los jesuitas regresaron a territorio español a mediados del siglo 19, pero no había suficientes jesuitas para hacerse cargo de la institución a pesar de que se les ofrecieron el complejo. En 1859, con las Leyes de Reforma el complejo paso a ser propiedad de la nación, aunque en la Iglesia de San Francisco Javier aún se seguía ofreciendo actos de culto.
Durante la Revolución Mexicana, la escuela siguió funcionando con el padre Gonzalo Carrasco como el decano, pero pronto los estudiantes fueron enviados a la ciudad de México, entonces los soldados ocuparon y saquearon el complejo. El Colegio fue abandonado por los jesuitas por las buenas en 1914 y la iglesia se abrió al público. Los rumores de que los grandes tesoros fueron enterrados en el terreno del complejo persistieron, lo que obligó al complejo permitir búsquedas en 1928, 1931, 1932 y 1934, que causó daños a la iglesia principal. 
El complejo fue declarado monumento nacional en 1933. Este es uno de los pocos complejos en México que se ha conservado intacto, incluyendo sus retablos y obras de arte. En 1961, los trabajos de restauración se iniciaron en el complejo de la iglesia y la universidad por el entonces presidente Adolfo López Mateos y en 1964 se reinauguró. La mayor parte de la colección del museo provenía del antiguo Museo de Arte Religioso, que era parte de la Catedral de la Ciudad de México
Los objetos de metales preciosos fueron donados por el Museo Nacional de Historia y una manta prehispánica fue donada por el Museo Nacional de Antropología. Otros objetos de la colección fueron donadas por particulares.
La colección es una de las más grandes de la era colonial de México. Estas pinturas muestran una variedad de técnicas y son casi todas de temas religiosos. Las esculturas incluyen trabajos realizados en "estofado" y "encarnado", dos técnicas que eran populares en ese momento. También hay piezas realistas con cabello, ojos de cristal y dientes reales. Hay exposiciones de artículos de uso cotidiano no religiosos de la época colonial, como los cubiertos y otros objetos de metales preciosos, materias textiles y herramientas. Entre las cerámicas expuestas hay piezas creadas en los estilos de mayólica y Talavera, además de piezas asiáticas traído a través del galeón de Manila
La colección del museo de muebles traza la evolución de los estilos durante este período e incluye mesas, sillas, taburetes, atriles, y escritorios con metal e incrustaciones de concha. Aquí se encuentran numerosas herramientas, armas y otros artículos de equitación, tales como planchas, arneses, espadas, armas, cerraduras, estribos, espuelas, baúles, arcas, cascos y armaduras. Hay una colección de objetos lacados y con incrustaciones de Michoacán y Chiapas que datan del siglo 17. El museo tiene finos ejemplares del arte hechos con plumas raras, así como objetos interesantes de vidrio, principalmente de España, Francia, Inglaterra y Alemania. La colección de libros, con alrededor de 4.000 volúmenes, se concentra en la antigua biblioteca de la universidad. Los volúmenes están escritos en varios idiomas y datan del siglo XVI hasta el siglo XIX con diferentes tipos de encuadernación. Los Servicios de museos incluyen visitas guiadas, una biblioteca especializada en historia colonial y una tienda de libros. La Hostería del Convento es una instalación de alojamiento y restaurante situado dentro del complejo. Cada año, este albergue patrocina "posadas", que son un tipo de festividad antes de Navidad, así como obras de teatro de la Navidad. Esta tradición fue revivida en 1963 y llena el aire con cantos y fuegos artificiales. Estos eventos se acompañan de piñatas y "ponche", una bebida caliente de frutas.
 La iglesia de San Francisco Javier
La Iglesia de San Francisco Javier ya no se utiliza para los servicios religiosos y ahora es parte del museo. Esta iglesia contiene una de las más importantes colecciones de retablos de estilo churrigueresco en México. 
Cuentan con columnas estípites de barroco y se realizaron en el siglo 18 por Higinio Chávez. Todas fueron hechas en cedro blanco y cubierto con pan de oro. En el retablo mayor se encuentra una pintura de Dios, el Padre, en la corona realizada por Miguel Cabrera, 
Debajo hay una imagen de la Inmaculada Concepción con San Joaquín y Santa Ana a sus costados. Por debajo de esta se encuentra una imagen de San Juan con San José a su lado. El altar también incluye imágenes de dos mártires que murieron en Japón. 
En el centro del retablo es la imagen del acompañante de Jesús, el cofundador San Francisco Xavier con un corazón en llamas localizado en su pecho, que simboliza el amor divino. Los principales altares y los altares menores están relacionados temáticamente. Los del lado del presbiterio están dedicados a dos de los santos jesuitas más importantes (Ignacio de Loyola y San José) y los altares al otro lado 
están dedicados a los miembros de la Tercera Orden de la Compañía de Jesús, como Francisco de Borja, que se muestra con una calavera coronada, Luis Gonzaga y Stanislav de Kotska Otro retablo está dedicado a la Virgen de Guadalupe, el cual se terminó en 1756. Este altar contiene una imagen de la Virgen que se le apareció a Juan Diego, así como otros santos asociados con las cosechas.
En el segundo tramo de la nave se encuentra la Capilla de la Virgen de Loreto, que tiene un portal que es una réplica de la casa de Loreto.
 En la parte posterior del templo esta la alcoba de la Virgen y la Capilla de la Reliquia de San José.
La Casa de Loreto es, por tradición, considerada como la casa de la Virgen María, y detrás de ella hay una alcoba dedicada a la Virgen de Loreto.
Cerca de aquí está una pequeña sala dedicada a una reliquia supuestamente de San José.
Al lado de la reliquia se encuentra el presbiterio y la sacristía, que está lleno de pinturas al óleo. La Iglesia de San Francisco Javier, la Capilla de Loreto y la alcoba de la Virgen de Loreto son considerados como obras de arte por sí mismas.

- Saliendo del Museo de Virreinato encontramos junto al Museo la Parroquia de San Pedro: 
La Parroquia de San Pedro Apóstol es el templo católico adjunto al Museo Nacional del Virreinato de Tepotzotlán, Ha pertenecido desde siempre a la Diócesis de Cuautitlán, en el estado de México. Esta iglesia se encuentra en el centro del municipio, junto a la plaza Virreinal y la biblioteca municipal.
 Fue iniciada su construcción en 1609. Estilo Barroco.
Frente al Palacio Municipal se encuentra la Parroquia de San Pedro Apóstol, la cual tiene una portada atrial neoclásica y posee retablos barrocos pintados por Miguel Cabrera.

Palacio Municipal y Mercado: