lunes, 30 de abril de 2018

- Calimaya, cerca de Toluca


El pueblo de Calimaya está situado justo debajo del Nevado de Toluca, la cuarta montaña más alta del Estado de México y que colinda con los valles de Toluca y Tenango. Calimaya se localiza en el Estado de México, colinda en la parte norte con Toluca, Metepec, Mexicaltzingo y Chapultepec, en la zona oriente con los municipios de Tianguistenco y San Antonio la Isla, al occidente también colinda con Toluca, al sur con los municipios de Tenango del Valle y Santa María Rayón.
Calimaya tiene una extensión territorial de 520.5 kilómetros cuadrados. Se encuentra a una altura máxima de 4,578 y mínima de 2,600 metros sobre el nivel del mar. En el 2010 en el municipio de Calimaya tiene una población total de 47,033 habitantes.
La palabra Calimaya se compone de los radicales “calli" (casa) y “máitl" (trabajar con las manos). Es por ello que etimológicamente puede significar "Donde viven los albañiles"

Historia de Calimaya:
El arqueólogo Piña Chan afirma que Teotenango fue fundada alrededor del año 800 de nuestra era; de este dato podemos deducir que Calimaya y Tepemaxalco, en tanto pueblos habitados por indios matlatzincas, nacieron en esa fecha, aproximadamente. Lo cierto es que cuando los aztecas conquistaron a los matlatzincas del Valle de Toluca, en 1472, los pueblos calimayenses tenían mucho tiempo de existir. Aseguramos esto porque las fuentes históricas las citan entre las poblaciones matlatzincas que fueron sojuzgadas por Axayácatl y además porque aparecen en el Códice Mendocino entre los pueblos matlatzincas que pagaron el tributo a los aztecas a partir de 1472.
Calimaya y Tepemaxalco, como parte de un mismo territorio, tuvieron una población indígena mayoritariamente matlatzinca y coexistía con mexicanos, otomíes y mazahuas. Esta convivencia de grupos indígenas dentro del territorio municipal, fue importante y se reflejó en las manifestaciones culturales como en la vida cotidiana en la diversidad lingüística, los sistemas de almacenamiento de granos y los sistemas de cultivo.
Gonzalo de Sandoval fue quien en 1521 logró pacificar y conquistar la región. En su lugar se impuso la autoridad española. En 1528 ordenó el rey de España que los indios de Calimaya y Tepemaxalco pagaran un tributo a Hernán Cortés en trabajo y en productos cultivados, es decir, bajo encomienda. 
Al poco tiempo, Hernán Cortés obsequió su derecho de ser encomendero de Calimaya y Tepemaxalco a don Juan Gutiérrez Altamirano, su primo hermano y compañero en la conquista de la Nueva España, a quien se le pagó tributo hasta 1530, fecha en la que cometió un delito ante los juzgados españoles. Por esta causa, Calimaya, Tepemaxalco y sus pueblos sujetos fueron encomendados a Cristóbal Cisneros y a Alonso de Ávila, pero el 14 de julio de 1531 Hernán Cortés recuperó su antiguo derecho y el 30 de mayo de 1536, la encomienda volvió a Juan Gutiérrez Altamirano, cuyos descendientes serían los famosos condes de Santiago Calimaya. El encomendero estaba obligado a ver por la institución religiosa, pagaba una parte del tributo que se le entregaba a los frailes franciscanos, quienes desde 1524 vivían entre los calimayenses y tepemaxalquenses.
En un principio lo más probable es que hubiese tres señores caciques porque en el periodo prehispánico había tres comunidades con tlatoani: Calimaya, Tepemaxalco y Mexicaltzingo. En 1549 se introdujo el sistema político de cabildos en los pueblos de indios. En Calimaya y Tepemaxalco el funcionamiento formal de los cabildos data de 1560, fecha en la que se congregaron los pueblos y en la que se empezó a llamar "República de Indios" a ese sistema político territorial de cabeceras, barrios y pueblos sujetos. En 1560 al llevarse a cabo la congregación de Calimaya y Tepemaxalco, el virrey de la Nueva España ordenó que se organizaran las dos repúblicas de indios con cabildo y territorio cada una, pero conviviendo en el mismo pueblo. Como el territorio de Calimaya y Tepemaxalco era muy grande, los mejores terrenos de los pueblos quedaron vacíos. Por eso el virrey ordenó, también en 1560, que para salvaguardar las tierras de Calimaya y Tepemaxalco se fundaran cinco pueblos: Mexicaltzingo, Chapultepec, San Antonio la Isla, Santa María Nativitas y San Andrés Ocotlán. Cada uno de ellos tendría autoridades locales, subordinadas a las cabeceras, y estaría formado por 50 casas de indios comunes o macehuales. Por su importancia en la región a Calimaya se le asignó día para el tianguis semanal, que desde 1560 empezó a funcionar los jueves, oficialmente.
Los santos patronos y sus iglesias se aceptaron porque se brindó la oportunidad de continuar organizados en la vida social y religiosa como se hacía en la época prehispánica, es decir, alrededor de las deidades particulares de cada barrio. Dentro de lo que perduró están el barrio, que seguiría siendo la célula básica de organización y la religión, el eje del universo calimayense.
El periodo que transcurrió entre los años de 1640 a 1740, en principio fue un tiempo de expansión de los ranchos y haciendas de españoles y caciques. Se tiene noticia en el archivo parroquial de que al comenzar el siglo XVIII, había, sin contar las propiedades del condado de Santiago Calimaya, los siguientes ranchos y haciendas: en la parte norte del territorio, la hacienda de Zacango, perteneciente a la familia Martínez; al oriente, el rancho de la familia Rojas; el de don Bartolomé, en Chapultepec; al sur, los de las familias Gómez y López. Estas cinco propiedades se habían heredado a 13 descendientes de los anteriores dueños y aunque con la herencia se habían fraccionado las extensiones territoriales, los nuevos propietarios hicieron hasta lo imposible por acrecentar, a costa de las tierras comunales de los calimayenses, sus ranchos y haciendas. El nieto de Juan Gutiérrez Altamirano contrajo matrimonio con una nieta del virrey Luis de Velasco y en 1616, logró que las autoridades españolas lo convirtieran en noble. A partir de ese momento, el encomendero se convirtió en conde de Santiago Calimaya y por si fueran pocas las gracias obtenidas, también logró que la encomienda de Calimaya, Tepemaxalco y sus pueblos sujetos se convirtiera en perpetua.
Cada barrio, pueblo y estancia tenían un santo que lo representaba ante el mundo externo, lo cohesionaba internamente y de manera particular a sus pobladores. Alrededor del santo patrón, las familias organizaban una gran cantidad de actividades: limpieza y atención de la imagen religiosa, festejos, procesiones, visitas a otras iglesias cercanas y santuarios.
Las fiestas del santo tenían un gran valor cultural, de allí el esmero porque fueran cada vez más lucidas. Incluían danzas, vestimentas, música, representaciones en lengua indígena, platillos típicos en las comidas y todo aquello que no era de uso diario, pero que representaba la íntima forma de ser.
Al iniciarse el siglo XIX, los condes de Calimaya se encontraban saliendo adelante de los estragos económicos que el litigio contra los marqueses del Valle y del Real Fisco les ocasionó durante el siglo XVIII. Habían podido recuperar sus propiedades confiscadas.
Entre los años de 1810 a 1821 el poblado de Calimaya se vió alterado por los efectos de la guerra de Independencia. Cosechas arruinadas, alzas de precios impresionantes en los productos agrícolas, la epidemia de 1813 (que alcanzó una mortalidad local mayor incluso a la del año de 1786, fecha que en la historia de México es conocida como "el año del hambre"), serias dificultades para conseguir trabajo en las haciendas, cuyos procesos productivos se veían interrumpidos por la situación de guerra; llegada constante de soldados y rebeldes que además de exigir ayuda y alimento cometían todo tipo de atropellos. 
Un hecho interesante que debe registrar la historia local es que el entonces conde de Calimaya, José Cervantes, fue de los firmantes del Acta de la Independencia de nuestro país, aun cuando durante la guerra obtuvo los grados de "Patriota Distinguido de Fernando VII" y de "Coronel de Regimiento de Infantería Provisional de México". Posteriormente se unió a los ideales independentistas de Agustín de Iturbide, debido a que sus intereses también se veían afectados por las dificultades políticas de España. 
Creación del municipio: Desde el siglo XVI el pueblo contaba ya con un cabildo que gobernaba su república indígena y su población era numéricamente suficiente para alcanzar los requisitos que la ley del nuevo Estado de México imponía para que se erigiera en municipio. Por ello, no fue necesario esperar una concesión estatal en este sentido. Calimaya, al nacer el Estado de México, pasó de facto a la categoría de municipio. La "República Indígena" se convirtió en un viejo recuerdo. El germen de la comunidad mestiza que hoy es Calimaya había empezado a dar fruto en aquellos años y este es el hecho más relevante en la historia de Calimaya entre 1821 y 1856.
También fue durante aquellos años cuando se empezó a incrementar la producción de pulque, tan común era entonces ver a los arrieros caminando por las calles, como lo era ver a su lado a los raspadores de pulque que más tarde serían los causantes de que los calimayenses fueran conocidos regionalmente como "Los mechaleros". Pero el pulque no era la única bebida que se vendía en la localidad, el aguardiente, que recuas pertenecientes a calimayenses traían desde las zonas cañeras de Morelos, era muy consumido. 
Es indudable que aquella fue una buena época para Calimaya, en el orden económico; los efectos de la bonanza no se hicieron esperar. La mayor parte de las bellas construcciones que todavía se miran en la calle principal de la cabecera datan de aquellos años. El cambio de la fisonomía de Calimaya y las magníficas relaciones de las élites locales con las autoridades de Toluca, llevaron a que la cabecera del municipio le fuera otorgada la categoría de Villa el 28 de septiembre de 1894; desde entonces adquirió el apellido "Díaz González", en honor de don Prisciliano María. Ese día, el pueblo fue visitado por ilustres personajes entre ellos destaca el señor Eduardo Villada, gobernador interino y el hijo del poeta Juan de Dios Peza, quien leyó un discurso, en nombre de su padre a la hora del banquete que se sirvió en la antigua casa cural.
En 1897 se inauguró el ferrocarril de Toluca a Tenango, que para 1899, recorría 24 kilómetros, pasando por Toluca, Metepec, Mexicaltzingo, Calimaya y Tenango. Posteriormente se realizó una prolongación hasta Atlatlahuca. La construcción se concedió a la compañía Henkel con el derecho de teléfono y telégrafo. Ello significó que Calimaya estuviera entre los primeros municipios del Estado que contaron con teléfono, telégrafo y luz eléctrica. 
El paso del ferrocarril significó grandes cambios para la vida del municipio, pero también trajo los problemas que el ferrocarril a Tenango llevó al comercio calimayense, que hicieron que las desigualdades sociales del pueblo empezaran a expresarse en un tono notorio de violencia; sin embargo, al iniciar 1910, nadie parecía sospechar en Calimaya que en el mes de noviembre el país empezaría la guerra civil. Según relata en su diario don Manuel de la Serna, "la primera parte de aquel año estuvo repleta de acontecimientos significativos para nuestra pequeña comunidad. En el orden económico se vivían aún los efectos de la feroz nevada que en 1909 había arruinado las cosechas; aunque, en marzo de 1910, todos estaban atentos al festín que el ayuntamiento daba a los jefes políticos de Tenango del Valle y de Toluca por la ayuda que habían dado para dotar de agua a varios poblados de la comunidad"
En síntesis, aunque el calimayense no tuvo una participación importante en el movimiento revolucionario, Calimaya al igual que los poblados mexicanos, tuvo años de verdadera angustia, propiciados por la guerra civil que sacudió al país. El problema más terrible que vivió Calimaya al despuntar la década siguiente, fue que su efímero desarrollo comercial se truncó por los adelantos de la tecnología, especialmente la generación del uso del automóvil y la construcción de nuevas carreteras. Cuando el tren a Tenango desapareció y se abrió la carretera a Ixtapan de la Sal, los camiones y automóviles empezaron a surtir lo que demandaban los mercados de Toluca de las tierras del sur. Los arrieros dejaron de existir y la distancia que había de la nueva carretera a la cabecera municipal ocasionó que nadie más visitara Calimaya, ni siquiera para tomar un refresco o deleitarse con el paisaje.

Patrimonio histórico: En materia de patrimonio histórico mueble, la gran pinacoteca municipal que se encuentra en la parroquia y las de todos los pueblos y barrios de visitas, tienen un acervo con obras y autores importantes como Cabrera y obras pictóricas de corte popular. 
También hay escultura y estocado y hasta un Cristo de caña de hechura indígena, del siglo XVI. Y la maravillosa carroza que el pueblo atribuye haber pertenecido a los condes Santiago-Calimaya, pero que en realidad perteneció a una ancestral cofradía.
Los franciscanos inician en 1561 la construcción del convento, uno de los más grandes que se construyeron en la zona. Anexo al convento se levantaron las capillas abiertas, al gran átrio, las cruces atriales, las capillas posas; muestra de elementos arquitectónicos novohispánicos de la arquitectura conventual del siglo XVI. En un extremo se levantó en la misma época la Capilla de la Tercera Orden.
Ejemplos representativos del barroco popular dentro del municipio de Calimaya son la portada de la Iglesia de Santa María Nativitas que es un bello ejemplar del barroco en argamasa, la capilla de San Andrés Ocotlán, cuya portada ostenta elementos decorativos como las columnas salomónicas; posiblemente su reconstrucción se realizó a principios del siglo XVIII; la capilla de San Juan Bautista y la de Nuestra Señora de los Ángeles; la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción Coatipac, que tiene uno de los retablos populares más valiosos de la entidad; su portada es sencilla. La capilla de San Bartolito, en el pueblo del mismo nombre, cuya portada es rica en ornamentación.
Fiestas principales: El 29 de julio, tres mayordomos organizan la fiesta mayor, dedicada a San Pedro y San Pablo, patronos de nuestra parroquia. Esta fiesta es la más admirada de todas, aunque su magnitud depende de la ayuda que se obtiene de las familias y el ayuntamiento; nunca faltan los castillos y cohetes, cuando se puede se organizan  novilladas y peleas de gallos.
Mariachis: la música de mariachi es una joven tradición que despertó en Calimaya desde la década del setenta. Las contrataciones desde sus inicios se incrementaron y la fama creció. El primer mariachi fundado en Calimaya fue el "Mariachi San Juan", cambiaron de nombre "Mariachi de los Angeles".
Hoy, los mariachis se han multiplicado y son alrededor de 18 los que hay en la cabecera, más tres o cuatro en las delegaciones. Muy a pesar de este número, quien desee contratar un mariachi debe hacerlo con un mes de anticipación. El costo promedio por hora varía según el lugar y la distancia de presentación. 
Y este precio lo vale porque la calidad en sus interpretaciones ha mejorado, si antes aprendían líricamente hoy van al Conservatorio o Bellas Artes.

ZOOLÓGICO DE ZACANGO
Fue inaugurado el 11 de diciembre de 1980 y declarado como Área Natural Protegida el 29 de agosto de 1981 gracias a los esfuerzos del Gobierno del Estado de México. 
Este zoológico cuenta con 159 hectáreas y se encuentra construido sobre la Antigua Hacienda Franciscana del siglo XVI, que luego perteneció a los Condes de Santiago y Calimaya, es considerado uno de los más amplios y hermosos de Latinoamérica.




domingo, 22 de abril de 2018

- Una iglesia especial en Tetlameya, Coyoacan

Parroquia Santa Maria de los Apóstoles
Periférico y Coscomate s/n. Bosques de Tetlameya, Coyoacán, Ciudad de México.
La construcción del Templo se inicio en 1967 y se inauguro en 1968. En noviembre de 1968 se bendice el Templo y se consagra como Capilla de Santa María de los Apóstoles, dependiente de la Parroquia de San Agustín de las Cuevas.
Se indica que este templo fue pensado como capilla ecuménica para uso de los participantes en los Juegos Olímpicos de 1968 celebrados en México.
El 12 de Septiembre de 1982, el Templo se erigió como Parroquia y desde entonces ha tenido 3 párrocos
Esta obra planteó a sus autores algunos problemas interesantes, simultáneamente funcionales, formales y estructurales. Vamos a señalar al respecto el criterio que permitió simplificar esa problemática antes de proceder al diseño, 
También se exponen las bases en las que descansa la concepción de los cascarones de concreto de Za cubierta principal. Por último, se nos muestra una aplicación decorativa del concreto, ejemplificada por los vitrales de la iglesia.
El Bautisterio se encuentra junto a una de las diferentes entradas
Las alternativas para la solución arquitectónica se restringieron mucho por la escasez de terreno y la abundancia de locales necesarios. No fue posible, entre otras cosas, disponer de un atrio frente a la entrada principal del templo. Además, se hicieron necesarios 2 y hasta 3 niveles en algunas zonas para alojar a todas las dependencias. 
El Bautisterio 
Por estas razones, y por la variedad de ambientes y tratamientos que planteaba la lista de dependencias, se estableció un criterio básico antes de atacar el proyecto mismo, según el cual, el templo, la capilla anexa y el osario, por un lado, y el resto de los anexos, por otro, podrían tratarse como dos cuerpos aislados, separados entre sí por un espacio libre para circulación, iluminación y ventilación. La liga funcional entre ambos edificios podría establecerse en el nivel de sótano, donde no contaría visualmente.
Al establecerse la independencia formal y estructural de ambas construcciones, los esfuerzos de diseño podrían concentrarse principalmente en la solución de la iglesia principal, dándole al volumen de los anexos el carácter de “acompañante” o consecuente de la primera. se optó por una combinación de cuatro cascarones de concreto paraboloide-hiperbólicos, que descansan en cuatro apoyos, y una conoide que ocupa el vértice rombo de la esquina. 
El auge de los cascarones paraboloidehiperbólicos y su empleo en programas de arquitectura religiosa es de sobra conocidc, y no puede desligarse de los nombres de Félix Candela, quien hizo asequibles los procedimientos de cálculo y construcción para este tipo de cubiertas, y de Enrique de la Mora y Fernando López Carmona, quienes comprendieron claramente las posibilidades del sistema iniciado por Candela y las aplicaron  en combinaciones que aún ahora siguen siendo prototipos formales de los que siguen derivándose -como en este caso- infinidad de variantes y alternativas.
 Una de las ventajas que ofrece el manejo de cubiertas alabeadas de este tipo, radica en que, una vez comprendidos los principios estructurales de la membrana paraboloide-hiperbólica, buena parte del dimensionamiento estructural depende del adecuado proporcionamiento geométrico. En términos generales, puede decirse que, dada una superficie reglada con doble curvatura suficientemente acentuada, y existiendo un criterio adecuado en la localización de los apoyos, la inclinación de los mantos y la solución de los bordes, el diseño estructural se facilita al grado de hacer realizables bocetos primarios, a condición de que éstos respeten las bases geométricas mencionadas. 
Esto es precisamente lo que sucedió en el caso que nos ocupa, ya que desde un principio se plantearon cuatro segmentos paraboloide-hiperbólicos, simétricos y equiláteros, los cuales, al ser cortados cada uno por dos planos inclinados, definen ocho bordes curvos que corresponden a otras tantas hipérbolas. Cuatro de ellos, ligados por un anillo en su convergencia sobre el centro de la nave, dejaron espacios intersticiales que se aprovecharon como tragaluces cenitales. Las otras cuatro hipérbolas de los bordes externos permitieron inscribir a la nave en la forma especial del terreno. 
Para ello, se hicieron coincidir los ejes de dos de los mantos con la bisectriz de los alineamientos que convergen sobre la esquina del predio. Por último, la esquina misma ce cubrió con una conoide que hizo las veces de nártex o vestibulación cubierta entre la calle y la nave.
El resultado final no es más que una elaboración de las ideas preliminares. En éste como en otros casos similares, los cascarones de 4 cm de espesor resultaron un medio ideal para cubrir económicamente un gran espacio, dándole, además, una calidad plástica significativa, apropiada al destino de la obra. 
Además, una ventaja adicional de este tipo de estructuras es que su doble curvatura resulta inmejorable desde el punto de vista acústico. Aunque la iglesia tiene instalado un sistema de sonido, la voz natural del predicador desde el ambón se percibe claramente, sin ecos ni resonancias, desde cualquier asiento de la nave.
Otro aspecto interesante, que muestra las posibilidades inagotables del concreto como material básico, estriba en la solución que se dio a los vitrales. Aparte de los espacios cenitales a los que ya se ha hecho referencia en el inciso anterior, se dejaron cuatro grandes vanos debajo de los bordes exteriores de los mantos. 
Todos estos claros se cubrieron con vitrales precolados de concreto ligero, con un total de aproximadamente 180 m’. La mayor parte de esa área se encuentra en los paramentos curvos bajo las hipérbolas de los bordes. 
Las placas precoladas, de aproximadamente 1 m” cada una, llevan refuerzos interiores de alambrón. El concreto ligero tiene un espesor variable de 3 a 4 cm y ocupa el 60 por ciento de la superficie, formando las “líneas” del diseño (que en los vitrales tradicionales corre a cargo del emplomado
Opiniones:
1- Angélica Pantoja, 16 junio 2917:
- Me gusta mucho darme un tiempo para estar ahí. Es de un encanto especial está parroquia es hermosa. En cada lugar se siente la presencia de nuestro Señor. Se nota el cuidado, todo es hermoso. Y los arreglos florales, ni se diga. Realmente los disfruto. No escatiman. Y se nota. Da gusto ver el altar arreglado de esta manera, siempre impecable. Lo mejor de lo mejor para el Señor. Creo que eso es lo que la hace tan bella.
2- Eve Alvares, 25 junio 2017: Mi Iglesia favorita, me encanta estar ahí. Siempre iba con mis papás. Buenos recuerdos
3- Chapis Ogu: Es un lugar donde se transpira paz, tranquilidad y las misas son hermosas.


sábado, 14 de abril de 2018

- Metepec: Arbol de la Vida


Metepec es una encantadora comunidad en el Estado de México llena de colores, olores y sabores del México antiguo. Quienes lo conocen terminan maravillados no sólo por sus paisajes y su arquitectura, sino por las creaciones artesanales de los indígenas que son verdaderas obras de arte que realizan los maestros alfareros.
Los Monumentos de Metepec son una serie de edificios de gran antigüedad, los cuales se encuentran esparcidos por todo el municipio, y en su mayoría son de tipo religiosos. 
Cuenta también con un Jardín lineal, que lo integran 18 plazas, en seis de ellas se encuentran fuentes, en siete grandes esculturas. El jardín esta alumbrado con 718 luminarias.
Puedes pasear por pintorescos barrios como Santa Cruz, San Mateo, San Miguel, Coaxustenco y Santiaguito, o por el Antiguo convento franciscano que se levanta en este Pueblo Mágico donde te sorprenderá el rumor de la historia, con el templo de San Juan Bautista y su fachada en conjunto con el atrio.
En la Plaza Cívica podemos admirar la Fuente de la Tlanchana que, de noche, hace que las luces se diluyan en el líquido y broten de otro modo al salir el agua de nuevo.
El municipio de Metepec es reconocido por su zona típica y las variadas artesanías que se fabrican en barro y cerámica principalmente, en especial por una de ellas: el reconocido árbol de la vida. Metepec es un pueblo que huele a barro; siente el aroma que te rodea desde los talleres, los hogares y los mercados.
Un paseo por Metepec incluirá obligatoriamente la visita al conjunto arquitectónico conformado por la iglesia y el ex convento franciscano de San Juan Bautista de Metepec, la capilla del Calvario,
o una caminata por el cerro de los Magueyes hasta la ermita (en cuyos alrededores se han hallado enterramientos prehispánicos) y desde luego, la visita a los talleres artesanales, ya que la principal actividad del municipio es artesanal; es casi obligatorio visitar la Casa del Artesano y sus corredores, paseo preferido por los visitantes y en donde se muestran objetos que algunos de ellos van destinados en gran parte al mercado internacional. Ahí se exponen las piezas ganadoras de premios nacionales hechas por artesanos de Metepec. 
En los barrios de Santiaguito, la Santa Cruz, San Mateo y Espíritu Santo, los talleres se encuentran abiertos a todo el público para dar a conocer el proceso de fabricación.
Metepec, del náhuatl Metepētl, que significa "En el cerro de los magueyes".. Se encuentra ubicado cerca de la ciudad de Toluca y forma parte de la Zona Metropolitana del Valle de Toluca (ZMVT), 
cuya población estimada en 2010 es de 214,162 habitantes, siendo la quinta más importante de México. En este municipio se ubican los desarrollos inmobiliarios más exclusivos de la ZMVT. Tiene un PIB de casi 2000 millones de euros para una población de un poco más de 300,000 habitantes, lo que lo convierte en uno de los municipios más ricos del país con un alto grado de desarrollo.
A la sombra de la gran cultura teotihuacana, se asentaron en Metepec varios grupos, principalmente matlatzincas, que lograron un notable desarrollo al finalizar el primer milenio. La cultura matlatzinca alcanzó su esplendor en todo el Valle de Toluca entre los años 1000-1100 y de 1330 a 1522. Cuando Azcapotzalco dominó la política de los valles centrales, la región de Toluca se unió culturalmente a esa cabecera, así en ambos lugares se hablaban las lenguas matlatzinca y otomí, se adoraban los mismos dioses. El Imperio Azteca sometió a los Señoríos matlatzincas hacia 1470.
Los otomíes, fueron los primeros pobladores, y después, junto con los acolhuas, llegaron los mazahuas que se establecieron en lo que ahora es el norte del Estado de México, desde Xaltocán hasta Xiquipilco. En la cúspide del cerro los antiguos matlatzincas celebraban ceremonias propiciatorias y ritos funerarios. 
A la llegada de los frailes españoles, hacia 1526, ellos pretendieron borrar toda huella de idolatría prehispánica. La fundación cristiana de Metepec tuvo lugar en dicho año. Se le nombró San Juan Bautista Metepec. Las tierras de Metepec fueron entregadas en encomienda a Juan Alonso Gutiérrez de Altamirano, primo de Hernán Cortés, por sus servicios prestados en la conquistas del Valle de Toluca. En 1550 un sismo producido por el interior del volcán destruyó varios asentamientos matlazincas y españoles, siendo estos últimos los más afectados. Hacia 1534 se crea el corregimiento de Metepec, y en 1560 Metepec recibe la designación de Alcaldía Mayor teniendo a 36 pueblos bajo su jurisdicción.
 En 1569 se inicia la construcción del Convento Franciscano de San Juan Bautista, ubicándose la Catedral de la Alcaldía y en esta misma fecha se establece la Santa Inquisición. La vida en la época de la Colonia abundó en epidemias, construcción de templos, conflictos de tierras, sojuzgamiento, confrontación de ritos y tradiciones.
Si se dispone de tiempo, se puede seguir con un recorrido por las capillas coloniales, una copa de garañona en el bar 2 de Abril, y la Casa de Cultura, donde siempre hay alguna exposición interesante. Si es lunes de tianguis, hay que detenerse a comer un taco de plaza, o disfrutar de la puesta del sol desde el cerro de los Magueyes y quedarse a pasar un rato agradable escuchando música en los bares y peñas de los alrededores.

PASEAR POR EL CENTRO DE ARTESANÍAS. Buscar el centro de artesanías, vivir la algarabía de los trescientos artesanos que ofrecen sus productos de barro, vidrio soplado o palma. Piérdete entre los puestos y descubre verdaderas joyas de todos los precios y tamaños. Elige una inmensa cazuela para preparar un mole, unas macetas, los tradicionales soles sonrientes o un representativo árbol de la vida: auténticos tesoros compuestos de pequeñas figuras.
DESCUBRIR EL SECRETO DE LOS ÁRBOLES DE LA VIDA. Caminar hacia el viejo Metepec, por los barrios de Santiaguito, Santa Cruz, San Mateo, San Miguel y Espíritu Santo. Entra en los famosos talleres de los artesanos del barro. Pide a los maestros que te muestren el paso a paso que requiere crear una obra.
Un árbol de la vida es una escultura en barro fabricada comúnmente de forma artesanal en el centro de México, principalmente en el municipio de Metepec. Las imágenes representadas en las esculturas se usaron originalmente, durante el período colonial temprano, para enseñar la historia de la creación, según la Biblia, a los nativos de la región. La elaboración de esculturas de barro con forma de árboles comenzó en Izúcar de Matamoros,(Puebla), pero hoy en día su fabricación está más estrechamente identificada con Metepec. Se supone que la tradición dicta que deben representar ciertos pasajes bíblicos, como la historia de Adán y Eva, pero actualmente se crean árboles con temas completamente ajenos a la Biblia.
La creación de árboles de la vida es parte de la tradición alfarera y cerámica de la región montañosa central de México. La fabricación de cerámica en esa área, que incluye figuras de barro, data de entre 1800 a 1300 aC. La coloración de las figuras inició más tarde, después de que la influencia olmeca llegó a la zona. Alrededor del año 800 dC. la influencia de Teotihuacan trajo consigo el aplicar un simbolismo religioso a muchos objetos de cerámica. A partir de entonces, la cerámica matlatzinca continuó desarrollándose con múltiples influencias en lo que hoy es el Estado de México, ya que se encontraba en una posición estratégica entre el Valle de México y lo que ahora son los estados de Morelos y Guerrero.
Después de la conquista española, los frailes destruyeron los artículos que representaban a los antiguos dioses y los reemplazaron con imágenes de santos y de la iconografía cristiana. La representación de un «árbol de la vida» en las pinturas y otros medios se introdujo como una forma de evangelizar a la población nativa. Durante la mayor parte del período colonial, la cerámica en el Estado de México se producía principalmente para el autoconsumo y se convirtió en una fusión de técnicas y diseños españoles e indígenas. Se mantuvo así hasta la primera mitad del siglo XX, cuando comenzaron a fabricarse piezas decorativas e incluso de lujo. A este tipo de trabajos corresponde el árbol de la vida, especialmente aquellos que no tienen función religiosa. Los árboles no religiosos tienen temas como la muerte o la primavera.
La fabricación de esculturas de árboles de barro con el tema bíblico del Jardín del Edén. En Metepec los árboles se distinguen por estar pintados en colores brillantes. Los árboles de la vida han llegado a considerarse emblemáticos del municipio y son parte de una tradición de escultura en barro que solo se encuentra en Metepec. Otras esculturas comunes son las sirenas (un ejemplar gigante de estas se encuentra en una sección de la ciudad llamada Ciudad Típica), así como pegasos, gallos, leones y flores, entre otros.
El árbol de la vida más tradicional contiene una serie de imágenes importantes. En la parte superior de la escultura se coloca una imagen de Dios; debajo, las ramas del árbol tienen relación con la creación del mundo en siete días. Otras imágenes características son el sol y la luna, Adán y Eva y los animales, flores y frutos que simbolizan el paraíso. También aparece la serpiente de la historia bíblica en la parte inferior, al igual que el Arcángel Miguel que expulsó a Adán y Eva del Jardín del Edén. En general, la escultura del árbol se ve algo así como un candelabro. Los árboles se fabrican principalmente para uso religioso y decorativo, aunque aquellos que tienen quemadores de incienso es más probable que sean usados con motivos religiosos..
Los árboles están hechos de barro cocido en hornos de gas a baja temperatura. La mayoría miden entre 26 y 60 centímetros de altura y su creación puede tardar de dos semanas a tres meses. La fabricación de piezas extremadamente grandes puede tardar hasta tres años. Estos árboles varían en tamaño desde miniaturas hasta gigantescas esculturas públicas. La mayoría de los árboles son creados y vendidos por los propios artesanos que han aprendido a elaborarlos de sus padres y abuelos.

El Árbol de la vida es una colorida artesanía de barro que posee una profunda significación, parte de la cual es el encuentro de dos mundos: por un lado, contiene elementos folclóricos propios de la cultura mexicana y, por otro, oculta un sentido religioso entre sus múltiples formas e increíbles detalles.
Lo cierto es que, aunque el Árbol de la vida nació como un instrumento de evangelización, tiene sus orígenes más remotos en el grado de perfección alcanzado por los alfareros otomíes y otras etnias que habitaban el territorio de lo que hoy es el Estado de México, pero no fue sino hasta la época colonial que se comenzaron a utilizar las esculturas de barro para transmitir el mensaje de la Biblia a los indígenas; con el Árbol de la vida se intentó enseñar a los habitantes del Anáhuac la versión creacionista del mundo. Es por esta razón que una de las figuras centrales de muchos de los Árboles de la vida que aún hoy día se fabrican, es Adán y Eva en el jardín del Edén.
Uno de los mecanismos más efectivos implementados por los misioneros, fue el de ‘hacer versiones’ cristianizadas de distintos aspectos culturales que ya existían en el México prehispánico, y la alfarería no fue la excepción. De ésta manera, toda alegoría a las antiguas deidades fue sustituida por las representaciones de la teoría creacionista bíblica. Según la historia, los misioneros cristianos pidieron a los artesanos indígenas la fabricación de una pieza de barro que simbolizara el árbol del conocimiento, en cuya copa estaría la representación de Dios y a cuyos pies estarían Adán y Eva, así como la serpiente incitándoles a comer el fruto prohibido. Más tarde, durante el virreinato, los propios artesanos fueron agregando diversos elementos que en un principio no escapaban al contexto bíblico, como vírgenes y arcángeles, así como la imagen de algunos santos y patronos dependiendo del lugar; pero durante el siglo XIX los alfareros comenzaron a recuperar mucho de los antiguos elementos prehispánicos que habían sido eliminados, añadiendo además al Árbol de la vida escenas de la vida cotidiana.
Fue también durante esta época en la que además de convertirse en una extraordinaria combinación de motivos indígenas y europeos, el Árbol de la vida pasó de ser una obra fabricada con empeño y fervor a la fe católica, a toda una maravilla folclórica que hizo ganar al pueblo mágico de Metepec la fama de la que hasta la fecha goza. Pronto, debido a su belleza, el Árbol de la vida comenzó a ser fabricado por encargo para su uso doméstico y casi estrictamente decorativo: para la primera mitad del siglo XX (a mediados de la década de los 30 según algunos reportes) el Árbol de la vida ya era una artesanía que se mercaba al por mayor, convirtiéndose rápidamente en una de las principales fuentes de ingresos para los habitantes de Metepec.
En las últimas décadas han aparecido variantes de la artesanía. Muchos árboles tienen un tema único, pero el más común es la dualidad entre la vida y la muerte y la relación del hombre con el mundo natural. Sin embargo, a menudo mantienen los elementos esenciales, como las imágenes de Adán y Eva. Sin embargo, los entendidos insisten en que los árboles que no representan el Jardín del Edén no pueden considerarse verdaderos árboles de la vida.

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El Municipio de Metepec es poseedor de un valioso patrimonio histórico, manifestado en su arquitectura de carácter religioso. Este patrimonio arquitectónico fue producto en gran medida, del establecimiento de los misioneros franciscanos en la antigua provincia de Metepec; los frailes fundaron en el siglo XVI un convento dedicado a San Juan Bautista, el que tuvo funciones de colegio y casi al tiempo de erigir este convento, los evangelizadores edificaron algunas de las capillas de los barrios y pueblos. Las construcciones religiosas, en su mayoría son de adobe, reforzadas con grandes contrafuertes de mampostería, mientras que los templos se realizaron en piedra con esbeltos campanarios. En la Ciudad Típica destaca el Convento de San Juan Bautista, del cual se tienen noticias desde el año 1585 a través de las crónicas de Fray Alonso Ponce durante su visita a la Nueva España que hace alusión a los claustros alto y bajo. Más tarde se levantó el actual Templo Parroquial construido durante el siglo XVIII, cuyos anexos se edificaron posteriormente.
En el año 2010 el Ayuntamiento de Metepec realizó obras para la rehabilitación de la imagen urbana en el primer cuadro del Centro Histórico, que consistieron en el mejoramiento de fachadas, aplicación de pintura de acuerdo a una paleta autorizada por el INAH, cambio de anuncios comerciales y rótulos, entre otras acciones.