miércoles, 2 de diciembre de 2015

- La Navidad en tierras de los tarahumaras

Vista aérea de la Sierra Tarahumara

En la Sierra Tarahumara, en Chihuahua, hay un poblado llamado Sisoguichi que significa “lugar de las flores”. En este sitio se celebra una Navidad muy peculiar al más puro estilo de los tarahumaras.


Sisoguichi, enclavado en lo alto de la Sierra Tarahumara, en el Municipio de Bocoyna, del que constituye su tercera localidad por población. Fue durante mucho tiempo el principal centro de las misiones católicas en la región.

La versión tarahumara de estos festejos navideños es una muestra más del sincretismo religioso que se observa en otras regiones del país. 


Se trata de una mezcla entre las costumbres prehispánicas y la doctrina católica. Si quieres saber cómo celebran la Navidad los tarahumaras, ¡sigue leyendo!


Navidad en la sierra
Más de un siglo tardaron los misioneros españoles en llegar a la sierra de los tarahumaras con la doctrina cristiana. La conquista del Imperio Mexica sucedió en 1521, pero fue hasta 1676 que el centro de misiones de Sisoguichi fue fundado por el jesuita Antonio Oreña.


Como sucedió en muchos otros lugares del territorio novohispano, el proceso de evangelización fundió las antiguas costumbres de los indígenas con las temáticas católicas.


 Esto resultó en una celebración navideña impregnada con la estética y el ambiente de los tarahumaras. Algunos de los elementos en estos festejos son:

·         El ritual del Baile de los Matachines, que se repite los días 8, 12, 24 y 31 de diciembre, así como el Día de Reyes en enero. Estos bailes duran toda la noche y su propósito es el de hacer una oración por el bienestar de la comunidad y agradecer a Dios por las bendiciones.

·         La música tarahumara que es tocada en vivo con violines e instrumentos de percusión elaborados por los mismos artesanos de la comunidad.
·         La preparación del tónari, un cocido de res en el que se incluyen la carne y vísceras del animal. Este platillo tarahumara solo se come en ocasiones muy especiales.
·         La misa de Navidad el 25 de diciembre por la mañana, a la que acuden más de 500 personas de todas las comunidades tarahumaras cercanas.



Para llegar a Sisoguichi hay que tomar una desviación en el poblado de Bocoyna, unos 15 km antes de llegar a Creel. Después se recorren 14 km de terracería antes de llegar a este lindo pueblo tarahumara.

Vive una Navidad diferente en México, comparte esta tradición ancestral con los tarahumaras y conoce más de cerca nuestras costumbres. La Navidad tarahumara en Sisoguichi, Chihuahua, te espera.
La Navidad en Sisoguichi regala a todo aquel que se encuentra en la región un bello espectáculo. En la parroquia El Dulce Nombre de Maria, desde el 8 de Diciembre los tarahumaras de la comarca acuden a realizar el baile popular de los matachines. Este ritual se repite el 12 de Diciembre en honor de la virgen de Guadalupe, el 24 para festejar la Navidad así como el Año Nuevo y también el Día de Reyes.
Es impresionante ver como desde temprana hora acuden de los poblados cercanos varios grupos de indígenas vestidos de matachines para danzar dentro y fuera del templo. El baile dura toda la noche y solo es interrumpido para celebrar la misa de noche buena una hora antes de la media noche. Dentro de la iglesia se encuentran tanto indígenas como gente del pueblo y turistas que acuden a presenciar esa singular ceremonia. El ritual finaliza con la misa de Navidad celebrada en la mañana del 25 a la cual acuden más de 500 personas.


Desde Panalachi, Guteachi, Nagueachi, Napuchi (valle de los hongos) y muchas localidades mas, todas ellas dentro del municipio de Bocoyna… ¡llegan los matachines hasta Sisoguichi! y sus vestimentas así como toda esa devoción, dan color y sentimiento a la celebración de la Navidad. Los sones que interpretan, son entonados por violines elaborados por artesanos tarahumaras y aunque carecen de brillo y no tienen color, la madera pulida los hace verse realmente originales.


Para los matachines, no importa el frío ni el desvelo, tampoco las distancias recorridas. Al ritmo de las sonajas y los violines se escuchan los sones que amenizan la danza. Para los tarahumaras, la danza es una oración, con ella piden perdón, imploran lluvia y dan gracias a Dios. Su principal Dios es una fusión de Cristo con Onorúame como lo denominan ellos.
Las danzas que realizan son ceremonias llenas de significado; a través de ese ritual expresan sus esperanzas, temores, los tormentos de sus almas, sus anhelos de una vida mejor así como sus plegarias de amor y alegría. Bailan para agradecer bendiciones y para evitar enfermedades entre otras cosas.
Estos danzantes, se caracterizan por el brillante colorido de su atuendo. La danza matachín es ejecutada por un numero par de bailarines generalmente ocho o doce. Es un baile de movimiento, giros y cambios rápidos que ejecutan en dos hileras de danzantes bajo la dirección del jefe.


Estar ahí, presenciar ese ritual y compartir la Navidad al lado de los indígenas tarahumaras es un privilegio y una experiencia inolvidable. Es sentir la unión de dos culturas, es ver que se trata tan solo de almas que se reúnen para esperar la llegada de Jesús.

LOS MATACHINES: SOLDADOS DE LA VIRGEN (CHIHUAHUA)
Cuando la época de lluvia se hace presente en la sierra suroccidental de Chihuahua los tarahumaras se dispersan en sus aislados ranchos. El regreso a casa conlleva realizar las labores más pesadas del ciclo agrícola, pero ellos saben que la recompensa a estos esfuerzos bien vale la pena.

Cuando los cultivos maduran y está a punto de levantarse la cosecha, la gente vuelve a reunirse en las cabeceras de sus comunidades para llevar a cabo fiestas y ceremonias colectivas: ha llegado la hora de celebrar el bienestar económico que representa la obtención de los frutos de la tierra y se da inicio a un ciclo festivo que abarca desde finales del otoño hasta febrero o marzo, época en que se comienzan las labores agrícolas de una nueva temporada.



Las fiestas principales de este ciclo se dedican básicamente a celebrar a los santos patronos, a conmemorar las fechas más relevantes de la Pascua de Navidad y a honrar a la Virgen María, una de las devociones más veneradas en la región (bajo las advocaciones de Guadalupe o la Virgen de Loreto). 

Durante este período, una sociedad ceremonial destaca por su activa participación en las fiestas: se trata de los matachines, los danzantes que dedican sus actuaciones a la Virgen.
Aunque las fechas de apertura y de cierre de las actuaciones de los matachines varían considerablemente, según la comunidad de que se trate, el ciclo ritual durante el que éstas son más intensas alcanza su etapa culminante en el período que corre entre el 12 de diciembre (fiesta de la Virgen de Guadalupe) y el 6 de enero

ORGANIZACION
Los organizadores de los grupos de matachines se llaman chapeyokos o chapeyones. Son ellos quienes convocan a los participantes y los dirigen. Tienen poder para amonestar a los miembros del grupo que no sigan sus indicaciones y como símbolo de ese poder portan un látigo.

El cargo de Chapeyoko está rodeado de un aura de autoridad y prestigio; quienes conforman este grupo son especialistas en el ritual, y tienen la gran responsabilidad de conducir la buena ejecución de las actuaciones de los danzantes. Los chapeyokos no usan el traje de matachín, pero portan una máscara que, generalmente, es de madera tallada, con barba y bigotes hechos de crin de caballo o de pelo de cabra. Cuando la danza se ejecuta, los chapeyokos emiten unos gritos con los que indican a los danzantes ciertos cambios en los pasos coreográficos.

Otros dirigentes de la danza son conocidos bajo el nombre de monarcos; bailan con los matachines conduciendo las evoluciones, fungen como maestros de los reclutas nuevos e inexpertos, y gozan también de un gran prestigio en la comunidad.
El número de miembros de un grupo de matachines varía mucho; en buena medida depende del poder de convocatoria de los organizadores, del grado de tradicionalismo que conserve la comunidad en cuestión, y de las posibilidades económicas de la gente. Esto último se debe a que cada matachín debe comprar su vestimenta y demás objetos concernientes a la parafernalia ritual.
Es común que quien se compromete a actuar como matachín lo haga durante un lapso de tres años consecutivos, pero este tiempo de permanencia también es variable. En algunas comunidades donde la influencia mestiza es dominante, como Cerocahui y Morelos, las mujeres pueden formar parte de los grupos de matachines; sin embargo, lo más común es que éstos sólo incluyan hombres.

INDUMENTARIA

La vestimenta consiste en ropa de origen mestizo: camisa, pantalones, botas y calcetas (estas últimas sobrepasan a las botas y se ajustan por encima de los pantalones).. Para rematar el atuendo, se colocan también un par de capas rojas o floreadas de tela de algodón, que van desde los hombros hasta las rodillas.

Quizás lo más característico de la indumentaria de los matachines es la corona que llevan en la cabeza y las sonajas y palmillas que portan en sus manos. La corona se confecciona con espejos, o con ramos de flores que pueden ser de tela, papel de china o plástico; de ella cuelga una miríada de listones multicolores. También, con paliacates, se cubren la parte posterior de la cabeza y parte de la cara, dejando al descubierto sólo los ojos y la nariz.
Los matachines portan en la mano derecha una sonaja que agitan constantemente, mientras que en la izquierda llevan una palmilla (especie de abanico que también puede adquirir la forma de un tridente), a la que se le cuelgan listones de colores y flores de tela o plástico. A este objeto se le llama sikawa, que en la lengua tarahumara significa “flor”, término que denota el poder del bien. Los mitos explican que los matachines fueron creados para ser los soldados de la Virgen, y extender buenas influencias a través de sus danzas y del poder benigno, conferido esto último por el simbolismo de la flor.


MÚSICA. Los instrumentos para ejecutar la música que acompaña a esta danza son el violín, al que los tarahumaras llaman ravel, y una guitarra o guitarrón con siete cuerdas ordenadas en una escala de tres graves arriba y cuatro agudas abajo. Tal vez este orden tenga que ver con el significado ritual que se le asigna a esos números, pues para los indígenas el tres es el número de lo masculino y el cuatro el de lo femenino.

El número de músicos ejecutantes tampoco es fijo, mas es necesario que por lo menos haya un dúo de guitarra y violín. Este último es el instrumento más creativo en las piezas musicales al tener la responsabilidad de llevar las partes melódicas, en tanto que la guitarra lleva el ritmo. Además, el sonido de las sonajas portadas por los danzantes constituye otra base rítmica que les ayuda a marcar mejor los pasos.
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La actuación comienza cuando los integrantes del grupo se forman en el atrio de la iglesia, dando la cara a la cruz grande. Al son de la música los monarcos agitan sus sonajas y los matachines empiezan sus evoluciones. Las filas se desplazan alrededor de la cruz para saludarla, y ante ella marcan los cuatro puntos cardinales volteando hacia cada uno. Luego entran a la iglesia para saludar también a las imágenes sagradas como un acto de respeto y fervor religioso.
Las danzas continúan durante toda la noche, cada nueve piezas se hace un descanso. Por la mañana se reparte tónari(caldo de res sin sal), y después del vigorizante desayuno los matachines comienzan de nuevo sus evoluciones.

En estas festividades casi siempre se efectúan procesiones en las que participan las autoridades de la comunidad, las tenanches (tres niñas o muchachas que portan las imágenes sacras) y el público en general.
Cada procesión es abierta por tres piezas de matachines, quienes la encabezan junto con sus músicos. Si hay un sacerdote disponible en la localidad se hace misa; pero lo que si no puede faltar es la pronunciación de los nawésari, es decir, los sermones que efectúan las autoridades para exhortar a todos a comportarse bien, a trabajar durante todo el año y a recordar la importancia de la ceremonia que se está celebrando.

Para finalizar su actuación, los matachines se deciden ejecutando una pieza en la que los danzantes, formados en dos hileras enfrentadas, intercambian toques de sus respectivas palmillas y pies formando un entrelazado con el danzante que tienen enfrente. Este acto se hace en el atrio y se repite en el interior del templo.

OTROS MATACHINES DEL NOROESTE

Los yaquis y los mayos de Sonora también tienen grupos de matachines, igualmente dedicados al culto de la Virgen. A mediados de julio una de las ceremonias más importantes y hermosas de los yaquis conjunta a cientos de matachines y a las autoridades religiosas de los Ocho Pueblos. La convocatoria tiene como finalidad ofrecer sus actuaciones a la Virgen del Camino, cuyo santuario se encuentra en la población conocida como Loma de Bácum.

Por su parte los tepehuanos del norte, vecinos de los tarahumaras, aunque pertenecen a una rama diferente de la familia lingüística yutoacteca, comparten con éstos la danza de los matachines, entre otros muchos rasgos culturales. Es curioso, sin embargo, que entre otros grupos indígenas del área cultural del noroeste de México, la tradición de los matachines se ha perdido o tal vez nunca ha existido.

En el suroeste de los Estados Unidos, un área con muchas similitudes culturales indígenas con el noroeste de México, las etnias agrupadas bajo el término de pueblos keresan, taos, tewas y tiwas, conservan no sólo el uso de la danza, sino también algunas leyendas sobre su origen. Dicen que la introdujo, desde el sur, Moctezuma, un dios indio que usaba vestimenta europea y quien predijo la llegada de los blancos, advirtiendo a los indígenas que cooperaran con ellos, pero que no olvidaran sus propias ceremonias y costumbres.

ORÍGENES DE LOS MATACHINES

Los dramas coreográficos y rituales que conforman las “Danzas de Conquista”, fueron introducidos en México por los misioneros católicos, quienes los usaron como un recurso para reforzar sus tareas evangelizadoras, al darse cuenta del gran apego que los indígenas tenían hacia la danza, el canto y la música. Es posible que, originalmente los misioneros pretendiesen dramatizar el triunfo de los cristianos sobre el emperador azteca Moctezuma gracias a los oficios de la Malinche, considerada la primera conversa al cristianismo en el antiguo México.

Desde luego, los indígenas empezaron a añadir elementos autóctonos tanto a la danza como al acompañamiento musical. La aceptación de éstas fue tal, que las autoridades virreinales prohibieron su ejecución en el interior de los templos o en el atrio de las iglesias, por temor a que se suscitaran revueltas y porque consideraban paganas algunas de esas manifestaciones; sin embargo, este tipo de medidas represivas sólo consiguió que las danzas se ejecutaran a una distancia más prudente del poder español, por ejemplo, en las casas de los indios principales. Este hecho favoreció aún más el sincretismo con la adición de nuevos elementos pertenecientes a la cultura de los nativos. En el caso de los matachines, el significado original enseñado por los misioneros franciscanos y jesuitas terminó por desaparecer entre los indígenas del noroeste. Los elementos de la parafernalia y la vestimenta también sufrieron transformaciones para adaptarse a los gustos y motivos más celebrados por los indígenas. Al mismo tiempo, se abandonó la utilización de parlamentos y se reasignaron las funciones de ciertos personajes (como los monarcos, la Malinche y los bufones). La danza de matachines se convirtió así en una manifestación cultural propia de los pueblos indígenas del noroeste mexicano.