El Atrio en las iglesias
es un patio porticado situado a sus pies y que sirve de acceso.
Tras la conquista
española de México, a principios del siglo XVI, llegaron a México diversos
frailes (franciscanos, dominicos y agustinos) enviados por los Reyes Católicos
para que evangelizaran a los indígenas.
Estos frailes se
establecieron en el altiplano central y edificaron numerosas estructuras
conventuales, compuestas por un templo, un convento y un atrio. En el atrio se
congregaba a los indígenas, mientras se construía el templo y el convento;
según las necesidades de la evangelización, fue adquiriendo una fisonomía
específica al integrarlo al conjunto conventual por medio de una barda que lo
delimita, y al incorporarle cuatro capillas posas en sus esquinas y una capilla
abierta adosada al convento, y así el atrio cumple la función de un
templo al aire libre.
En México
el atrio fue una simple solución arquitectónica singular por las necesidades de
la evangelización a partir de 1521. Dadas las altas cantidades de indígenas a evangelizar, los frailes utilizaron
el espacio del atrio como extensión de la nave
de la iglesia, utilizando capillas
abiertas
en el atrio. Además, en los pueblos de indios fue el sitio central de la vida
espiritual, siendo espacios donde también se impartieron clases sobre oficios
diversos.
En
las iglesias
el atrio solía tener una fuente
y unos soportales. El acceso era libre a cualquiera hasta el atrio,
quedando el interior del templo reservado para los fieles.
El atrio de la
iglesia da una atmósfera de paz, fe, tranquilidad, y es interesante estar ahí
entre la vegetación de su jardín.
En
los templos antiguos existían
varios tipos de delimitación de los recintos sagrados externos a la propia edificación del templo,
pero en torno a él. De hecho, en casos extremos, el templo podía reducirse a un
mero altar en este atrio sin
ninguna cubierta.
Muchas
iglesias presentan un atrio a su entrada, aunque su forma y funciones son muy
diferentes. Muy frecuentemente se usaba como cementerio. En general, suele
estar señalizado con columnas
y a veces con cadenas,
marcando los límites del recinto sagrado. Las universidades, nacidas como
instituciones eclesiásticas, también tenían tales recintos.
Los atrios de las iglesias, además de hermosos, son puntos de
encuentro con la fe y la historia. Anteriormente tenían varias funciones, entre
ellas delimitar el espacio sagrado o como cementerios. En el caso de la Nueva
España, sirvieron como extensiones de las iglesias debido a la gran cantidad de
personas que había por evangelizar.
Las cruces atriales
son características en los territorios que fueron colonias españolas, en donde
los habitantes estaban acostumbrados al culto en el exterior del templo y los
misioneros destinaban un área amplia frente a la iglesia, en construcción, para
el culto, en donde después de ya habilitada la iglesia se realizaban
procesiones y otras actividades; denota la influencia del arte religioso
prehispánico.
El atrio
de la Parroquia de San Jacinto en San
Ángel, al sur de la Ciudad de México, su cruz atrial es una de las primeras
labradas en México, la cual sigue casi intacta desde que fue colocada en el
siglo XVI. En ella se mezclan elementos cristianos y paganos interpretados
desde el arte prehispánico.
Como esta cruz atrial
hay muy pocas en México, es del Siglo XVI, por lo general son de cantera y el
trabajo de las figuras en ella es totalmente indígena, lo que es denominado de
estilo “Tequitqui”.
Las figuras de la
cruz están relacionadas con la Pasión de Cristo. La cruz se encuentra en medio
de una fuente circular y junto con la decoración florida que tiene se le
relaciona con el “árbol de la vida” que estaba en el Paraíso. La fuente está
dividida en 12 partes lo cual recuerda a los apóstoles. El hecho de que esté en
medio de la fuente también puede tener un significado, pues puede ser una
relación por medio del agua a la purificación y al bautismo.
En la parte inferior
de la cruz se encuentran 4 figuras: las figuras son, un ángel alado con
referencia a San Mateo, un águila, San Juan, un toro, San Lucas y un león, San
Marcos.
En todo lo ancho y
largo de la cruz se encuentran las llamadas: armas de Cristo, se pueden
apreciar en la cruz: una bolsa con un número 30 en medio, que son las monedas
de plata que se pagaron a Judas, el gallo que es la negación de Cristo y que
también se usa como emblema de Cristo, unos azotes en forma de cruz, un haz de
varas, por que se rifaron la túnica, y un látigo; representan la flagelación de
Cristo.
Una esponja y una caña que recuerdan al momento anterior a la
crucifixión y representándola se pueden ver los clavos y el martillo. Un cáliz
representa: el agua y sangre que sale de un costado de Cristo al ser éste
lastimado por la lanza de un soldado. También se ven unas tenazas y una
escalera que son símbolos del descendimiento de la cruz.
En cuanto a la
iconografía Dominica se ven unas palmas, símbolos de la orden, así como de
victoria, Ascensión e inmortalidad.
A los costados de la
cruz se encuentran dos corazones, que son el símbolo más completo de revelación
de Dios. Como metáfora al amor de Dios sobre los hombres generalmente los
corazones están heridos o tienen fuego.
Se ven estrellas y
una flor que son emblemas de la orden, aunque también la estrella puede ser el
amor del santo a Cristo y la flor la devoción a la Santísima Virgen.
Al frente de la cruz
se encuentra el rostro de Cristo crucificado de un claro estilo tequitqui. Hay
que recordar que en ninguna cruz se va a ver el cuerpo de Cristo crucificado
pues hubiera sido una contradicción al trabajo de evangelización y lucha contra
el sacrificio humano.
Plaza e Iglesia de la Inmaculada Concepción o La
conchita/ Coyoacán.
Esta
iglesia en Coyoacán destaca por su gran jardín acompañado de una cruz atrial.
Se cree que ésta fue la primera iglesia de la nueva España y que Hernán Cortés
la mandó construir para su pareja y traductora, la Malinche. Como la propiedad tenía un gran jardín, Cortés pidió
construir una Capilla sobre un altar tolteca que se encontraba en el sitio.
Cruz
atrial
se denomina, en las construcciones conventuales mexicanas, a las esculturas de cruces
creadas por los frailes mendicantes en los atrios de las iglesias, señalando
simbólicamente el centro de las poblaciones dada su disposición entre el eje
longitudinal y transversal del atrio.
Al desarrollarse
todas las actividades primordiales de la evangelización dentro del atrio, hubo
la necesidad de crear un elemento central, un punto de referencia que por su
contenido cristiano le diera sentido y unidad, tanto al espacio arquitectónico,
como a las actividades religiosas desempeñadas en él, y que mejor que el
emblema universal del cristianismo para encarnar esta función; así, desde los
primeros tiempos de la colonia, la cruz se levantó majestuosa en el centro de
los atrios.
Las cruces atriales
eran esculpidas en diversos tipos de piedra, presentan la forma de cruz latina,
miden de uno a tres metros de altura, sus cuerpos pueden ser cuadrangulares,
octogonales, ovoides o tubulares, y la mayoría se encuentran levantadas sobre
una gran base octogonal o cuadrada.
Las cruces atriales
por lo general están colocadas sobre una peana o zócalo; poseen únicamente el rostro de Cristo, una cartela con la leyenda INRI en su parte
superior, el señalamiento de los tres clavos en manos y pies de Cristo y la talla de los
símbolos de la Pasión, como los clavos, el martillo con el que clavaron a
Jesús, un gallo cantando sobre la columna de la Pasión, el cilicio del azote, la corona
de espinas y los dados con los que jugaron a sortearse las ropas de Cristo sus ejecutores,
entre otros. La decoración por lo general es de tipo fitomorfo,
con enormes flores de lis y otros detalles florales en los que es perceptible
la mano del escultor indígena, por la talla
inspirada en elementos indígena y por ser muchas de ellas hechas de una sola
piedra núcleo y denotar haber sido talladas con técnica mesoamericana, es
decir, piedra con piedra. Actualmente se conservan un buen número de cruces
atriales en las iglesias mexicanas originales y réplicas.
En ocasiones eran
usadas como puntos de referencia para medir distancias entre las poblaciones
La
originalidad y el valor que poseen estas cruces atriales, se debe a tres
características:
1-La
primera es su ubicación espacial. Al estar la cruz en el centro del atrio, como
eje del espacio sagrado, como ordenadora y organizadora de la realidad
cristiana, era el testimonio material de la voluntad de los misioneros de
fundar en estas tierras un cristianismo primitivo que giraría alrededor de la
figura de Cristo y de sus enseñanzas.
2-La
segunda es su peculiar decoración, que va de acuerdo con su finalidad
didáctica. La presencia de Cristo a través de la cruz fue enriquecida al
plasmar en ella no Su imagen sino los símbolos de Su pasión, muerte y
resurrección. Es importante destacar que ninguna cruz atrial es igual a otra,
ya que en ellas varía la cantidad de símbolos y su disposición y en algunos
casos pueden presentar remates esféricos, vegetales o florales.
3-Finalmente,
la tercera y más relevante característica es que las cruces atriales son una
muestra viva del sincretismo cultural que se gestó a raíz de la conquista.
Aunque a cargo de los frailes, las cruces atriales fueron elaboradas en la
mayoría por los indígenas y esto les posibilitó imprimir en ellas su propia
sensibilidad y resguardar parte de su tradición escultórica. El encanto que
poseen las cruces atriales del siglo XVI se debe en gran medida a las
cualidades plásticas que les otorga la mano indígena.
Como señala el padre
Arturo Schroeder Cordero en su artículo "Las funciones del atrio
conventual en el sesquicento mexicano", las cruces fueron hechas en un
principio de madera y después en piedra, dado que estos fungían como pararrayos, como fue el caso de
la enorme cruz atrial del convento de San José de los
Naturales
en la Ciudad de México, que fue partida en dos por un rayo a
principios del siglo XVI.