Pirámide del Gran Cué (El Cerrito)
A tan sólo 7 Km ., del Centro Histórico de la ciudad de
Santiago de Querétaro se localiza el principal Centro Ceremonial Prehispánico
del Bajío, principal asentamiento religioso de la población Prehispánica que
ocupó el valle de Querétaro.
El Cerrito fue un importante centro político y religioso, que
operó como regulador de la población regional. La zona arqueológica de El Cerrito, también conocida como la
"pirámide de El Pueblito", es un magnífico ejemplo de la influencia
que llegó a tener la cultura tolteca en el área.
La arquitectura monumental tolteca de El Cerrito integró dos
tipos arquitectónicos de construcciones, el patio hundido y los palacios
o salas
con columnas.
Llamada "Piramide
de El Cerrito o del Pueblito" cuyo nombre original es "Piramide del
Gran Cue";es una gran plataforma alargada, derrumbada y cortada en su
parte media por la calle de acceso. Como parte de la pirámide se encontraron
muros de estructuras principales, esculturas de Chac Mool
y de atlantes o columnas.
La plataforma mide 130 metros de largo por 30 metros de ancho,
desconociéndose la altura, por el grado de deterioro que presenta. La
base de la cara sur mide 83.21 por 83.75 m en su cara oriente. “Presenta
escalinatas con alfardas en sus cuatro caras. Los muros de fachadas fueron
construidos utilizando piedras de basalto, combinado con sillares de arenisca y
calizas pequeñas. Los muros de fachada y las escalinatas estuvieron recubiertos
por una capa de estuco, la cual estuvo pintada en su momento con colores rojo,
ocre y azul”.
Se construyó sobre una plataforma de nivelación de 118 metros por lado.
Sobre de esta inicia formalmente la pirámide, la cual alcanza 30 metros de altura.
Formada por trece pequeños cuerpos escalonados en talud, se utilizaron piedras
de basalto y arenisca roja, para finalmente ser recubiertos con estuco
y pintados en colores rojo y ocre.
En cada una de sus caras tenía grandes escalinatas delimitadas por alfardas.
Las estructuras que forman el conjunto prehispánico de El Cerrito
fueron construidas sobre suelos poco profundos con afloramientos de roca.
En los alrededores existen suelos profundos, de textura fina y color oscuro, con materia orgánica. Estas características de fertilidad,
las condiciones climáticas
y la disponibilidad de agua,
permitieron en la antigüedad, agricultura
intensiva, para el sustento de la población regional. En ellos crece flora silvestre
que perdura hasta nuestros días con especies como mezquite,
huizache, xixiote, nopal, órgano, garambullo,
granjeno, tullidora, sangregado, sávila
y diversos pastos
la enigmática e
imponente Zona Arqueológica de El Cerrito, que no solo es el centro ceremonial
prehispánico más importante en el Valle de Querétaro si no del bajío, tuvo
influencia de la
Cultura Chupícuaro , Teotihuacana, Tolteca, Chichimeca y
Otomí..
Entre la Plaza de las Esculturas y la de la Danza , se construyó un
palacio en donde fueron encontrados pequeños altares con abundantes ofrendas
asociadas a braseros de barro de casi un metro de altura. Este palacio, además
de dividir el espacio generó un ambiente de privacidad en las plazas, necesaria
a sus funciones rituales.
La fachada hacia cada una de las plazas estuvo
formada por un pórtico, esto es un área techada y sostenida por columnas de
madera, decorada con coronamientos con piedra y estucos pintados en rojo y azul.
Como lugar de culto, fue venerado por las culturas locales (Chupícuaro),
y por teotihuacanos,
toltecas,
chichimecas,
otomíes
y tarascos,
en épocas tan tardías como 1632.
Desde el año 300 aC.,
con la llamada cultura de Chupícuaro y posteriormente con la teotihuacana y la
tolteca, continuando con el poblamiento chichimeca y otomí, inmediatamente
anterior a la llegada de los españoles a este Valle de Querétaro.
Hacia el año 400 dC., el altépetl, centro ceremonial y su zona
urbana prehispánica, surge como cabecera política y religiosa de un conjunto de
asentamientos periféricos.
El Cerrito tuvo una larga permanencia como centro político y
religioso regional, siendo contemporáneo de Teotihuacán
y Tula.
Como capital regional, tuvo una serie de asentamientos religiosos y
habitacionales, conjuntos urbanos en el Cerro Gordo, Balvanera, La Magdalena , Santa
Bárbara, La Negreta
y las márgenes del río El Pueblito.
El Cerrito funcionó como centro político y religioso regional de
gran importancia regional, desde el año 400 al 1500, de la era cristiana. El
auge se da en el Postclásico, del año 450 al 850 d. C., cuando este centro
urbano estuvo vinculado a la cultura tolteca. El período más intenso de
ocupación se asociado a la cultura tolteca, en el Posclásico Temprano (900 a 1200 d. C.). El Cerrito
es uno de los sitios más importantes del mundo tolteca, una Tollan o sitio en
donde se legitimaba los vínculos de poder de los grandes señores y guerreros de
la región. Es muy posible que a través de estos rituales se mantuviera la
reproducción de la cosmogonía tolteca.
Con el tiempo, El Cerrito se convirtió en un espacio sagrado o
santuario. Los edificios y altares alrededor de la pirámide son expresiones de
actividades religiosas en torno al culto de una deidad femenina, muy
seguramente la Madre Vieja
o Madre de los dioses.
Durante esa época, pasó de ser un centro ceremonial local a un
santuario de alcance regional. Piezas de cerámica encontrada (vasijas,
figurillas y malacates) dan evidencia de redes comerciales con regiones tan
lejanas como Tajumulco en Guatemala, la Huasteca en el Golfo de México y Los Altos de
Jalisco al norte.
Alrededor del año 1200 d.
C. los grupos toltecas se retiran del valle disminuyendo, en consecuencia, el
uso interno del centro ceremonial. Durante el Posclásico Tardío las diversas etnias que siguieron
viviendo en el valle utilizaron parcialmente el sitio para sus ceremonias,
esencialmente la pirámide. El cerrito ya no recuperaría su esplendor alcanzado
con los toltecas, pero su reconocimiento como espacio sagrado,
abierto al culto a una deidad o deidades prehispánicas se prolongó hasta entrado el
siglo XVII.
A la llegada de los españoles
estuvo poblado por chichimecas, con culturas sedentaria y semi-nómada, a los
que se habían agregado los otomíes y tarascos.
Según registros franciscanos
(1632), nativos chichimecas, otomíes y tarascos continuaban dejando ofrendas en
los altares. Ellos colocaron una imagen de la virgen María
dentro del recinto, para transformar el culto prehispánico mantenido en el
sitio por más de mil años.
Una peculiaridad de El Cerrito es 'El Fortín'; un monumento
histórico del siglo XIX que remata su basamento piramidal construido en 1876
con un concepto arquitectónico curioso: planta de tipo militar con puertas y
ventanas neogóticas.