Parroquia Santa Maria de los Apóstoles
La construcción del Templo se inicio en 1967 y se inauguro en 1968. En
noviembre de 1968 se bendice el Templo y se consagra como Capilla de Santa
María de los Apóstoles, dependiente de la Parroquia de San Agustín de las
Cuevas.
Se indica
que este templo fue pensado como capilla ecuménica para uso de los participantes
en los Juegos Olímpicos de 1968 celebrados en México.
El 12 de Septiembre de 1982, el Templo se erigió como Parroquia y desde
entonces ha tenido 3 párrocos
Esta obra planteó a sus
autores algunos problemas interesantes, simultáneamente funcionales, formales y
estructurales. Vamos a señalar al respecto el criterio que permitió simplificar
esa problemática antes de proceder al diseño,
También se exponen las bases en las que descansa la concepción de los cascarones de concreto de Za cubierta principal. Por último, se nos muestra una aplicación decorativa del concreto, ejemplificada por los vitrales de la iglesia.
También se exponen las bases en las que descansa la concepción de los cascarones de concreto de Za cubierta principal. Por último, se nos muestra una aplicación decorativa del concreto, ejemplificada por los vitrales de la iglesia.
El Bautisterio se encuentra junto a una de las diferentes entradas
Las alternativas para la
solución arquitectónica se restringieron mucho por la escasez de terreno y la
abundancia de locales necesarios. No fue posible, entre otras cosas, disponer
de un atrio frente a la entrada principal del templo. Además, se hicieron
necesarios 2 y hasta 3 niveles en algunas zonas para alojar a todas las
dependencias.
El Bautisterio
Por estas razones, y por la variedad de ambientes y tratamientos que planteaba la lista de dependencias, se estableció un criterio básico antes de atacar el proyecto mismo, según el cual, el templo, la capilla anexa y el osario, por un lado, y el resto de los anexos, por otro, podrían tratarse como dos cuerpos aislados, separados entre sí por un espacio libre para circulación, iluminación y ventilación. La liga funcional entre ambos edificios podría establecerse en el nivel de sótano, donde no contaría visualmente.
Al establecerse la
independencia formal y estructural de ambas construcciones, los esfuerzos de diseño
podrían concentrarse principalmente en la solución de la iglesia principal,
dándole al volumen de los anexos el carácter de “acompañante” o consecuente de
la primera. se optó por una combinación de cuatro cascarones de concreto
paraboloide-hiperbólicos, que descansan en cuatro apoyos, y una conoide que
ocupa el vértice rombo de la esquina.
El auge de los cascarones paraboloidehiperbólicos y su empleo en programas de arquitectura religiosa es de sobra conocidc, y no puede desligarse de los nombres de Félix Candela, quien hizo asequibles los procedimientos de cálculo y construcción para este tipo de cubiertas, y de Enrique de la Mora y Fernando López Carmona, quienes comprendieron claramente las posibilidades del sistema iniciado por Candela y las aplicaron en combinaciones que aún ahora siguen siendo prototipos formales de los que siguen derivándose -como en este caso- infinidad de variantes y alternativas.
Una de las ventajas que ofrece el manejo de cubiertas alabeadas de este tipo, radica en que, una vez comprendidos los principios estructurales de la membrana paraboloide-hiperbólica, buena parte del dimensionamiento estructural depende del adecuado proporcionamiento geométrico. En términos generales, puede decirse que, dada una superficie reglada con doble curvatura suficientemente acentuada, y existiendo un criterio adecuado en la localización de los apoyos, la inclinación de los mantos y la solución de los bordes, el diseño estructural se facilita al grado de hacer realizables bocetos primarios, a condición de que éstos respeten las bases geométricas mencionadas.
Esto es precisamente lo que sucedió en el caso que nos ocupa, ya que desde un principio se plantearon cuatro segmentos paraboloide-hiperbólicos, simétricos y equiláteros, los cuales, al ser cortados cada uno por dos planos inclinados, definen ocho bordes curvos que corresponden a otras tantas hipérbolas. Cuatro de ellos, ligados por un anillo en su convergencia sobre el centro de la nave, dejaron espacios intersticiales que se aprovecharon como tragaluces cenitales. Las otras cuatro hipérbolas de los bordes externos permitieron inscribir a la nave en la forma especial del terreno.
Para ello, se hicieron coincidir los ejes de dos de los mantos con la bisectriz de los alineamientos que convergen sobre la esquina del predio. Por último, la esquina misma ce cubrió con una conoide que hizo las veces de nártex o vestibulación cubierta entre la calle y la nave.
El auge de los cascarones paraboloidehiperbólicos y su empleo en programas de arquitectura religiosa es de sobra conocidc, y no puede desligarse de los nombres de Félix Candela, quien hizo asequibles los procedimientos de cálculo y construcción para este tipo de cubiertas, y de Enrique de la Mora y Fernando López Carmona, quienes comprendieron claramente las posibilidades del sistema iniciado por Candela y las aplicaron en combinaciones que aún ahora siguen siendo prototipos formales de los que siguen derivándose -como en este caso- infinidad de variantes y alternativas.
Una de las ventajas que ofrece el manejo de cubiertas alabeadas de este tipo, radica en que, una vez comprendidos los principios estructurales de la membrana paraboloide-hiperbólica, buena parte del dimensionamiento estructural depende del adecuado proporcionamiento geométrico. En términos generales, puede decirse que, dada una superficie reglada con doble curvatura suficientemente acentuada, y existiendo un criterio adecuado en la localización de los apoyos, la inclinación de los mantos y la solución de los bordes, el diseño estructural se facilita al grado de hacer realizables bocetos primarios, a condición de que éstos respeten las bases geométricas mencionadas.
Esto es precisamente lo que sucedió en el caso que nos ocupa, ya que desde un principio se plantearon cuatro segmentos paraboloide-hiperbólicos, simétricos y equiláteros, los cuales, al ser cortados cada uno por dos planos inclinados, definen ocho bordes curvos que corresponden a otras tantas hipérbolas. Cuatro de ellos, ligados por un anillo en su convergencia sobre el centro de la nave, dejaron espacios intersticiales que se aprovecharon como tragaluces cenitales. Las otras cuatro hipérbolas de los bordes externos permitieron inscribir a la nave en la forma especial del terreno.
Para ello, se hicieron coincidir los ejes de dos de los mantos con la bisectriz de los alineamientos que convergen sobre la esquina del predio. Por último, la esquina misma ce cubrió con una conoide que hizo las veces de nártex o vestibulación cubierta entre la calle y la nave.
El resultado final no es
más que una elaboración de las ideas preliminares. En éste como en otros casos
similares, los cascarones de 4 cm de espesor resultaron un medio ideal para
cubrir económicamente un gran espacio, dándole, además, una calidad plástica
significativa, apropiada al destino de la obra.
Además, una ventaja adicional de este tipo de estructuras es que su doble curvatura resulta inmejorable desde el punto de vista acústico. Aunque la iglesia tiene instalado un sistema de sonido, la voz natural del predicador desde el ambón se percibe claramente, sin ecos ni resonancias, desde cualquier asiento de la nave.
Además, una ventaja adicional de este tipo de estructuras es que su doble curvatura resulta inmejorable desde el punto de vista acústico. Aunque la iglesia tiene instalado un sistema de sonido, la voz natural del predicador desde el ambón se percibe claramente, sin ecos ni resonancias, desde cualquier asiento de la nave.
Otro aspecto
interesante, que muestra las posibilidades inagotables del concreto como
material básico, estriba en la solución que se dio a los vitrales. Aparte de
los espacios cenitales a los que ya se ha hecho referencia en el inciso
anterior, se dejaron cuatro grandes vanos debajo de los bordes exteriores de
los mantos.
Todos estos claros se cubrieron con vitrales precolados de concreto ligero, con un total de aproximadamente 180 m’. La mayor parte de esa área se encuentra en los paramentos curvos bajo las hipérbolas de los bordes.
Las placas precoladas, de aproximadamente 1 m” cada una, llevan refuerzos interiores de alambrón. El concreto ligero tiene un espesor variable de 3 a 4 cm y ocupa el 60 por ciento de la superficie, formando las “líneas” del diseño (que en los vitrales tradicionales corre a cargo del emplomado
Todos estos claros se cubrieron con vitrales precolados de concreto ligero, con un total de aproximadamente 180 m’. La mayor parte de esa área se encuentra en los paramentos curvos bajo las hipérbolas de los bordes.
Las placas precoladas, de aproximadamente 1 m” cada una, llevan refuerzos interiores de alambrón. El concreto ligero tiene un espesor variable de 3 a 4 cm y ocupa el 60 por ciento de la superficie, formando las “líneas” del diseño (que en los vitrales tradicionales corre a cargo del emplomado
Opiniones:
1- Angélica Pantoja, 16 junio 2917:
- Me gusta mucho darme un tiempo para estar ahí. Es de un
encanto especial está parroquia es hermosa. En cada lugar se siente la
presencia de nuestro Señor. Se nota el cuidado, todo es hermoso. Y los arreglos
florales, ni se diga. Realmente los disfruto. No escatiman. Y se nota. Da gusto
ver el altar arreglado de esta manera, siempre impecable. Lo mejor de lo mejor
para el Señor. Creo que eso es lo que la hace tan bella.
2- Eve Alvares, 25 junio 2017: Mi Iglesia favorita, me encanta estar ahí. Siempre iba con mis papás.
Buenos recuerdos
3- Chapis Ogu: Es un lugar donde se transpira paz, tranquilidad y las misas son
hermosas.