El Templo Mayor y el Recinto del
Templo Mayor eran el centro de la vida religiosa mexica(*) y uno de los
edificios ceremoniales más famosos de su época, ubicado en lo que hoy es el
centro de la Ciudad de México.
*Mexica es el término que se utiliza para referir a los
habitantes de Tenochtitlan, una ciudad construida en el siglo XIV en una isla
en el Lago Texcoco –conocida actualmente como la ciudad de México–. Muchas
veces, los términos azteca y mexica se usan como sinónimos, pero su significado
es distinto. Azteca es un término más general que se refiere en conjunto a
todos los pueblos cuyos orígenes se atribuyen a un legendario lugar llamado
Aztlán. Estos grupos incluyen los mexicas, los tepanecas, los chichimecas, los
xochimilcas y otros. Todos los grupos aztecas hablaban náhuatl.
Templo Mayor de los mexicas, el sagrado edificio que fuera
destruido tras la conquista de la metrópoli indígena, y cuyos restos habían
permanecido ocultos durante cuatro siglos bajo los cimientos de las
construcciones virreinales y decimonónicas del centro de nuestra ciudad
capital.
Según
la tradición, el Templo Mayor fue construido
justo en el sitio donde los peregrinos de Aztlán encontraron el sagrado nopal
que crecía en una piedra, y sobre el cual se posaba un águila con las alas
extendidas al sol, devorando una serpiente.
Este primer
basamento dedicado a Huitzilopochtli,
aunque humilde porque fue construido con lodo y madera, marcó el principio de
lo que con el tiempo sería uno de los edificios ceremoniales más famosos de su
época.
Uno a uno los gobernantes de México-Tenochtitlan dejaron como testimonio de su devoción una nueva etapa constructiva sobre aquella pirámide, y si bien las obras sólo consistían en adosarle taludes y renovar escalinatas, el pueblo podía constatar el poder de su gobernante en turno y el engrandecimiento de su dios tribal, el victorioso dios-sol de la guerra.
Uno a uno los gobernantes de México-Tenochtitlan dejaron como testimonio de su devoción una nueva etapa constructiva sobre aquella pirámide, y si bien las obras sólo consistían en adosarle taludes y renovar escalinatas, el pueblo podía constatar el poder de su gobernante en turno y el engrandecimiento de su dios tribal, el victorioso dios-sol de la guerra.
Pero
los mexicas no podían olvidarse de los
demás dioses, pues todos ellos propiciaban la existencia armónica del universo,
equilibrando las fuerzas de la naturaleza, produciendo el viento y la lluvia y
haciendo crecer las plantas que alimentaban a los hombres.
Así, una de las deidades principales, que alcanzó una jerarquía similar a la de Huitzilopochtli, fue Tláloc, el antiguo dios de la lluvia y patrono de los agricultores; por ello, y con el transcurrir del tiempo, aquel sagrado edificio, “hogar de Huitzilopochtli”, tuvo la forma de una pirámide doble, la cual sustentaba en su cúspide dos habitaciones que funcionaban como los adoratorios máximos de ambas deidades.
Así, una de las deidades principales, que alcanzó una jerarquía similar a la de Huitzilopochtli, fue Tláloc, el antiguo dios de la lluvia y patrono de los agricultores; por ello, y con el transcurrir del tiempo, aquel sagrado edificio, “hogar de Huitzilopochtli”, tuvo la forma de una pirámide doble, la cual sustentaba en su cúspide dos habitaciones que funcionaban como los adoratorios máximos de ambas deidades.
Las
más recientes investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en las ruinas del
Templo Mayor edificio muestran por lo menos siete etapas constructivas,
de las cuales sobresale aquella que se realizó durante el gobierno de
Huitzilíhuitl, segundo tlatoani de Tenochtitlan;
de esa etapa se conservan los muros de los adoratorios, el téchcatl o piedra sagrada de los sacrificios y una escultura del Chac-Mool.
Destaca también la etapa constructiva ejecutada durante el gobierno de Izcóatl, de la que se descubrieron, sobre la escalinata que conducía al adoratorio de Huitzilopochtli, varias esculturas de portaestandartes que, a manera de guerreros divinos, defendían el ascenso al templo de la suprema deidad.
de esa etapa se conservan los muros de los adoratorios, el téchcatl o piedra sagrada de los sacrificios y una escultura del Chac-Mool.
Destaca también la etapa constructiva ejecutada durante el gobierno de Izcóatl, de la que se descubrieron, sobre la escalinata que conducía al adoratorio de Huitzilopochtli, varias esculturas de portaestandartes que, a manera de guerreros divinos, defendían el ascenso al templo de la suprema deidad.
Sin embargo, el
hallazgo más notable fue el del monolito circular de la diosa lunar Coyolxauhqui, que proviene de la etapa correspondiente al gobierno de
Axayácatl, quien ocupó el solio supremo de Tenochtitlan entre 1469 y 1480.
Los conquistadores españoles
sólo conocieron la última etapa constructiva del Templo Mayor, efectuada
durante el reinado de Moctezuma Xocoyotzin, y
se admiraron de la majestuosidad y gran altura que poseía ya el sagrado
edificio. Su fachada se orientaba hacia el poniente, por lo que en ese lado de
la pirámide se hallaba la doble escalinata enmarcada por cabezas de serpiente
en actitud amenazante. En la parte superior de las alfardas se ubicaban los
braceros, donde ininterrumpidamente debía permanecer encendido el fuego
sagrado.
Sólo los sacerdotes y las víctimas del sacrificio podían ascender por aquellas escalinatas y llegar a la cúspide del templo, desde donde se podía contemplar la ciudad-isla en todo su esplendor.
A la
entrada de los adoratorios del Templo Mayor había unas vigorosas esculturas de
hombres en posición sedente, cuya misión era sostener los estandartes y las
banderolas hechas de papel amate que evocaban el poder de los númenes patrones.
Ya en el interior de las sacras habitaciones, protegidas de la luz por unas
piezas de tela a manera de cortinas, se encontraban las imágenes de las
deidades.
Sólo los sacerdotes y las víctimas del sacrificio podían ascender por aquellas escalinatas y llegar a la cúspide del templo, desde donde se podía contemplar la ciudad-isla en todo su esplendor.
Sabemos
que la escultura de Huitzilopochtli se modelaba con semillas de amaranto, y que
en su interior se colocaban unas bolsas que contenían jades, huesos y amuletos
que le daban vida a la imagen. Para amalgamar las semillas de amaranto, éstas
se mezclaban con miel y sangre humana. El proceso de confección de la figura,
llevado a cabo anualmente, concluía con su vestido y ornamentación mediante
tocados de plumas y textiles muy elaborados, y con la colocación de una
máscara y un colgante de oro que daban su identidad a la efigie del dios solar.
Precisamente,
durante las fiestas del mes indígena de Panquetzaliztli, dedicado al ceremonial
de Huitzilopochtli, el clímax de la fiesta consistía en la repartición del
cuerpo de amaranto, miel y sangre entre todo el pueblo; su ingestión
representaba la comunión con la deidad y estrechaba el vínculo entre el hombre
y sus creadores.
Dado
que el panteón indígena era muy amplio, pues se divinizaba a cada una de las
fuerzas de la naturaleza, poco a poco el espacio sagrado alrededor de la
pirámide doble se fue poblando con numerosos edificios que sirvieron de
aposento a dichas deidades.
Hernan Cortes y Moctezuma en Tenochtitlan (dibujo)
Hernan Cortes y el Templo Mayor de Tenochtitlan (montaje artistico)