La pitaya
es una planta cactácea, y como tal, muy resistente a las sequías. La planta es
un cactus suculento, rústico, de tallos largos triangulares, cuyos tentáculos
buscan las rocas incesantemente por las que sienten una especial predilección,
haya tierra cercana o no; suele enredarse en los árboles próximos alimentándose
de la humedad de sus cortezas y trepa a sus anchas por las ramas a ocho o diez
metros del suelo sin penetrar un solo centímetro en tierra.
La flor de
pitahaya, que es tubular, hermafrodita como la mayoría de las cactáceas, es tan
bella como breve, pues sus finos y largos pétalos blancos o rosados se abren
desde el cáliz, con una textura y fragancia especial de efectos sedantes, pero
sorprendentemente efímera, pues parece deslumbrante por la mañana y a medida
que empieza a sentir el calor del sol se deshidrata súbitamente. Se abre una
sola vez en las horas nocturnas y su penetrante aroma atrae a numerosos
insectos.
Se autofecunda pero también puede cruzarse, siendo los murciélagos
los mejores polinizadores en su medio natural. La formación del fruto desde la
polinización hasta la recolección dura de cuatro a ocho meses dependiendo de
las temperaturas existentes.
El
fruto es de forma ovoide con 10 cm de largo por 6 cm de ancho y suele presentar
desde su nacimiento un color verde que se torna amarillo o rojo según el
cultivar, a medida que se desarrolla, ofreciendo una piel escamosa cuya
especial característica surgió su nombre "pitahaya" que en haitiano
quiere decir fruta escamosa. Dicha corteza presenta grupos de espinas duras y
agudas que se desprenden con facilidad, debiendo ser quitadas cuidadosamente
antes de cosechar el fruto y evitar con ello sus pinchazos.
Es una fruta
deliciosa que contiene una pulpa suave, dulce y blanda en los cultivares de
color amarillo y carmesí en las variedades de piel roja, que suelen contener
menos azúcar.
Se distinguen dos especies principales: La H.
triangularis (pitaya amarilla) y la H. ocamposis (pitaya roja). La que
proporciona frutos rojos es mucho más atractiva pero tiene el inconveniente de
que es mucho más frágil y delicada, soportando mal el transporte y posterior
mercadeo. La de color amarillo es menos perecedera y ofrece mejores posibilidades
comerciales debido a sus cualidades resistentes y, sobre todo, a su sabor, muy
superior a las variedades rojas.
La cáscara es de un verde purpúreo o de color
amarillo. La pulpa de la pitaya contiene pequeñas semillas negras. Su aroma se
pierde cuando se calienta. Las pitayas rojas tienen la pulpa de color blanco o
rojo; las de pulpa roja son más difíciles de cultivar y por ello menos
frecuentes, si bien su sabor es más intenso.
Son frutas sensibles a la presión y por ello
difíciles de transportar. En Europa es posible encontrar la fruta de
Centroamérica en los supermercados europeos entre julio y diciembre, y de
Vietnam entre enero y junio. Las frutas provenientes de Tailandia llegan por
avión durante todo el año. La pitaya ayuda en la creación de glóbulos rojos. El
90% de la fruta está compuesto de agua y es rica en hierro, calcio y fósforo; también contiene
vitamina B, C y E. Su valor energético es de 210 kJ/100 g.
La erupción más reciente registrada del Ceboruco fue en el año de 1870, misma que dañó enormemente a las
poblaciones aledañas. No se cuenta con registro de víctimas. Actualmente el
volcán emite fumarolas y se le considera como activo con posibilidad de presentar
erupciones en el futuro.
El Ceboruco es un volcán del Eje Neovolcánico Mexicano, situado al extremo oeste de esa cadena
montañosa, en el estado de Nayarit. Alcanza una altitud de 2280 ms. Según su tipo de erupción el Ceboruco
es un estratovolcán.
Se encuentra a 33 km de Ixtlán del Río, al sur de Tepic en el estado de Nayarit, colinda con los
poblados de Jala, Coapan, Jomulco, Ahuacatlán, Heriberto Jara (La Haciendita),
Copales, Marquezado y Uzeta.
Ceboruco significaría “El Gigante Negro” o Tzeboruko que quiere decir
"El que bufa con ira" aunque uno de los cronistas de Ahuacatlán,
Andrés Montero Flores, escribió que también puede traducirse como “pedregal o
“hacinamiento de piedras”, por el origen de la palabra hispano-árabe. Es éste
mismo compilador quien indica que el nombre prehispánico del volcán es “Tonán”,
en honor a la diosa “Tonantzin”, que quiere decir: “la que da a luz”.
Se encuentra totalmente lleno de rocas volcánicas de la erupción de 1870, de fácil acceso hasta la
altura de 1500 ms, que es cuando el camino presenta piedrecillas que dificultan
el ascenso, además se va haciendo cada vez más estrecho. Alrededor del cerro
del volcán existen sembradíos principalmente de caña, agave azul, jamaica, maíz
y cacahuate …
Apuntes
históricos ‘in situ’, de los relatos de quienes vivieron las erupciones del
1870, y datos geológicos por demás interesantes.
“… en
los días previos a la reventazón -decía un escrito- se escucharon diversos
ruidos que herían los oídos; y luego un gran estallido semejante al de un cañón
con el sordo rugido de una tempestad…”.
“… la
columna de humo, en cuanto se elevaba, dejaba caer hilos negruzcos semejantes a
aguaceros -contaban otros- y la tierra recibía la blancura de una plata bien pulimentada…”.
“…
salían enormes columnas de humo cada diez minutos, formando hermosas nubes,
unas veces blanquísimas, otras veces negras. En ocasiones el conjunto
permanecía por algunos minutos sobre el aire, como si fuera un árbol; como el
que describía Plinio el Joven durante la erupción del Vesubio…” decían algunos
más letrados.
… en toda aquella piedra negra y requemada, no hay árbol ni yerba alguna
que aparezca, Y tiene una negrura tan extraña que parece sombra. Pareciera que
desde arriba la derramaron a carretadas…”.
“… reventó con grandísimo estruendo, tanto que muchos de los que lo oyeron quedaron casi sordos. Asoló algunos pueblos que estaban en sus faldas; dicen que por que habían caído en el pecado nefando…”.
“… reventó con grandísimo estruendo, tanto que muchos de los que lo oyeron quedaron casi sordos. Asoló algunos pueblos que estaban en sus faldas; dicen que por que habían caído en el pecado nefando…”.
-Hoy dia un guía nos dice: “Crucen el pueblo de Jala, pintado de rojos, blancos y negros, en
donde encontrarán el caminito empedrado que va subiendo por las laderas del
volcán entre bellos paisajes y repentinos cambios de vegetación. El clima va
cambiando, y el frillito rico de la montaña comienza a aparecer en las alturas.
A mano
derecha van a encontrar un vallecito en donde la tierra hirviente deja escapar
un vapor constante y sin olor. En esos insólitos lugares quizás puedan
encontrar con calma y respeto -algunas plantas y gusanos “termófilos” (que les
gusta la caló, chico) que viven dentro de los calderos hirvientes sin mayor
preocupación; solo obsérvenlos, pero no los molesten. Habrá que tener cuidado
con las emanaciones, ya que pueden tener sustancias que, aunque no tengan olor,
pudieran ser nocivas.
En el
empedrado que llega hasta las antenas encontrarán espacio para el automóvil
para, desde ahí emprender la caminata hasta el cráter. La vereda en ocasiones
va entre campos de lava y planicies de ceniza negra, y en otras cambia de
súbito a paisajes de rocas y helechos antediluvianos.”
La zona del volcán del Ceboruco es un importante atractivo turístico,
principalmente del municipio de Jala, en el estado mexicano de Nayarit.