Presentemos
a un Dios identificado con los pobres
En
un siglo donde la libertad y la dignidad de las hijas e hijos de Dios se ve tan
pisoteada por la violencia, hambre, enfermedad, consumismo, despojo, exclusión,
discriminación y aniquilamiento, ser el pueblo de Dios es rescatar personal y
colectivamente, esa dignidad de la persona creada a imagen y semejanza de un
Dios de vida y amor. Por qué este pueblo, sabe que la mejor manera de honrar a
Dios es luchar contra en desamparo y la necesidad de los demás, contra el
dolor, el hambre, la discriminación y exclusión que este sistema en el que
vivimos trae cómo resultado para millones de personas (Mc 2-23; 3.5).
Recuperamos esta dignidad y libertad en la
medida que favorecemos y fomentamos actitudes, y también creamos espacios para
que cada persona se reconozca como dentro de una gran familia. Por lo mismo, en
el actual contexto, estamos llamadas y llamados a dar testimonio de una iglesia
samaritana (Lc 10, 29-37), es decir, una iglesia que reconoce como prójimo al
que esta golpeado y herido.
Esta forma de ser iglesia samaritana simboliza
que es posible la solidaridad en nuestros pueblos, organizaciones y comunidades
porque hay una identificación con el que está tirado al lado del camino, por el
hecho mismo de estar formadas por pobres, por excluidos, por quienes han visto
pasar de largo por muchos siglos, las personas preocupadas por el culto, la
ley, la ortodoxia, pero indiferentes al dolor humano, este pueblo de Dios tiene
como jueces a las víctimas que arrojan las estructuras y sistemas de muerte que
pueden presentarse bajo un discurso religioso o neoliberal.
Hay,
por esto mismo en nuestras iglesias, toda una reflexión en torno a reconocernos
como pueblo pobre, ya que solo así podremos identificarnos con las víctimas de
toda forma de violencia y hacernos pueblo junto con ellas, en el grito que
podamos unir para decirle al mundo que un sistema económico y político que
arroja tantos muertos y una religión que excluya a tantas personas no puede ser
voluntad de ese Dios que mostró Jesús.
CODIPACS
(Comisión Diocesana Pastoral Acción Social)- Diócesis de Teotihuacan
Despertar
la fe
Es
comprensible que algunas personas tiendan a la tristeza, debido a las graves
dificultades, sin embargo, poco a poco deben abrir la mente a la alegría de la
fe y ésta comience a despertarse, “como una secreta pero firme confianza, aun
en medio de las peores angustias”.
“Antes
de manifestarnos con un rostro amargo ante tantas situaciones negativas que nos
rodean, el Documento de Aparecida (DA) nos dice que es mejor identificar todo
lo positivo que hay en nuestra realidad latinoamericana”. Lo anterior forma
parte del análisis hecho en el Panel “Análisis de aspectos culturales,
sociales, económicos y políticos de la Exhortación”, realizado en noviembre de
2014.
Con
la temática “La Alegría del Evangelio” se advierte que las actitudes positivas
implican una nueva dignidad humana, vida, familia, actividad humana, destino
universal de los bienes y ecología, esperanza y del amor.
En
el análisis se reconoce que hay muchas realidades negativas y reprobables, pero
antes de quedarnos en el aspecto negativo o bloquearnos por reclamos y
lamentos, las personas deben ser capaces de descubrir todo lo valioso y
positivo y agradecer a quienes realizan bien su tarea en los distintos aspectos
de la vida.
El
ejemplo lo coloca el Papa Francisco, quien ha significado una novedad, por la
frescura de su pensamiento y la fuerza de su testimonio. Con palabras sencillas
ha cautivado al mundo e impulsa a un cambio hacia la autenticidad y coherencia
de la vida cristiana.
La
Exhortación apostólica Evangelii gaudium del Papa Francisco advierte que cuando
la vida interior se cierra en los propios intereses, no hay espacio para los
demás: No entran los pobres, no se escucha la voz de Dios, menos palpita el
entusiasmo por hacer el bien. “Los creyentes también corren ese riesgo. Muchos
caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Esa no es
la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros,
ésa no es la vida del Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado”.
Los
ciudadanos deben ser conscientes y hacer consciencia de que la actuación no se
trata sólo de opinar. El Papa Francisco hizo un acercamiento al contexto
actual, advirtiendo que hay un exceso de diagnóstico que no siempre está
acompañado de propuestas superadoras.
“Así
como debemos hablar de una conversión pastoral en la Iglesia, debemos hablar de
una conversión cultural y política en nuestra sociedad. El problema actual no
es sólo la explotación de unos sobre otros, es mucho más grave y se trata de la
exclusión”.
En
el corto plazo los desafíos se encaminan a solucionar asuntos que no son
necesariamente de índole religiosa, sino política y cultural, pero requieren de
fuertes convicciones éticas. Por ejemplo no a una economía de la exclusión, no
a la nueva idolatría del dinero; no a un dinero que gobierna, en lugar de
servir, no a la inequidad que genera violencia.
Por
todo esto, la Iglesia tiene la responsabilidad de cambiar la cultura donde se
encuentran los creyentes, no mediante un enfrentamiento, sino con una nueva
forma de mostrar y vivir las propias convicciones; sin complejos de
inferioridad, y sin pretensiones de falsos privilegios.
Diócesis de Texcoco
* Copiado
de “MENSAJERO”, el Boletin Interdiocesano de la Provincia Eclesiástica de
Tlanepantla, Se distribuye en la Arquidiócesis de Tlalnepantla y en las
Diócesis de Cuautitlán, Izcalli, Ecatepec, Texcoco, Teotihuacán, Nezahualcóyotl
y Valle de Chalco. n° 184, 5 de
julio 2015
http://www.diocesisecatepec.org.mx/images/pdf/Mensajero_184.pdf