jueves, 14 de marzo de 2019

- Tlaxcala y su lucha contra los aztecas

A principios del siglo XVI, Tlaxcala era un pequeño territorio cuyos habitantes defendían su independencia, constantemente amenazada por los aztecas.
Los tlaxcaltecas se asombraron del poderío de los conquistadores que llegaron con armas desconocidas, como cañones y arcabuces, y montando caballos, animales que no existían en América y que por lo mismo, impresionaban. Ante todo ello pensaron que sería posible vencer a los aztecas si se aliaban a los recién llegados, así brindaron a Hernán Cortés una valiosa colaboración en la conquista de México, no sin antes haber intentado combatirlo.
Fue en 1519 cuando el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, envió a Hernán Cortés a explorar las costas del Golfo de México. Al desembarcar éste frente a lo que hoy se conoce como San Juan de Ulúa, y encontrar ante sus ojos un inmenso y rico territorio, decidió explorar y conquistar las nuevas tierras para el rey de España. Como primer paso, estableció el primer ayuntamiento de la Nueva España en la llamada Villa Rica de la Vera Cruz. Allí Hernán Cortés fue designado justicia mayor y capitán general, desligado por ello de Diego Velázquez y con autoridad propia.
Contando con la eficacia de sus armas, con la alianza de los cempoaltecas, con el servicio de sus intérpretes, La Malinche y Jerónimo de Aguilar, y con la esperanza de encontrar inmensas riquezas, Cortés se lanzó a la conquista. Así abandonó la costa a mediados de agosto de 1519 y se dirigió al centro de México. Cuando llegó cerca de los dominios de los tlaxcaltecas, se enteró de que eran enemigos de los mexicas y quiso aprovechar esa situación. Por ello envió embajadores a preparar una entrevista.
El consejo que regía los destinos del señorío de Tlaxcala discutió la solicitud de Cortés. Maxixcatzin, señor de Ocotelulco y el más importante de los señores del consejo en ese momento, pidió que se le recibiera pacíficamente, pero el consejo prefirió guiarse por las palabras de Xicohténcatl padre, señor de Tizatlán, quien recomendaba combatir a los españoles. 
Hernán Cortés, que estaba impaciente porque no regresaban sus embajadores, decidió avanzar y llegó ante una gran muralla de piedra que marcaba la frontera, encontró un paso a través de ella y, ya en terrenos tlaxcaltecas, ganó el primer combate contra el señor de Tecoac. Luego recibió a los enviados del consejo quienes se disculparon por la agresión, explicándole que se trataba de uno acción emprendida por sus aliados otomíes, que vivían en esa zona. Después, el ejército español acampó en el cerro de Tzompantepec, en cuyas cercanías se libraron, en los primeros días de septiembre de 1519, las famosas batallas entre españoles y tlaxcaltecas, éstos al mando de Xicohténcatl Axayacatzin, el joven. 
El ejército Tlaxcalteca comandado por Xicohtencatl el joven y con ayuda del guerrero local.
Chichimecateutli, se retiraron una vez arrancado el estandarte español, pues para ellos esto era signo de haber ganado la batalla por sus costumbres al hacer la guerra. Hubo otras batallas posteriores, pero favorecieron al español, por lo que los tlaxcaltecas optaron por dejarlos pasar a suelo tlaxcalteca y hacer una alianza contra los mexicas.
Cortés descansó 20 días en Tlaxcala, y desde allí envió a Diego de Ordaz con un grupo de tlaxcaltecas a la cumbre del Volcán Popocatépetl a conseguir azufre, material indispensable para la fabricación de pólvora, de la que carecía. Por su parte, el Conquistador continuó su camino y arribó a Cholula al frente de seis mil guerreros tlaxcaltecas, quienes acamparon fuera de la ciudad y lo previnieron de una posible emboscada de los cholultecas. Por esa razón Cortés se adelantó y llevó a cabo una terrible matanza que llegó a oídos de los aztecas. 
Esto, a la postre, sirvió a los españoles para encontrar abierto el camino de Tenochtitlán, ciudad en la que serían recibidos amistosamente por Moctezuma
Apenas alojado en Tenochtitlán, Cortés hizo prisionero a Moctezuma, lo que causó gran sorpresa entre los mexicas. Desde el principio el pueblo azteca vio con malos ojos a los hispanos, y su disgusto estalló en ausencia de Cortés (que había ido al encuentro de Pánfilo de Narváez), cuando Pedro de Alvarado, uno de los capitanes españoles que había permitido la celebración de una fiesta religiosa, intentó despojar a los indígenas de sus joyas y con simples pretextos desencadenó el asesinato de los mexicas, lo que se conoce como la “matanza del templo mayor”.
Cortés se apresuró a regresar a Tenochtitlán, donde lo sorprendió la rebelión. Al darse cuenta de que la serie de asaltos aztecas que venían sufriendo podrían acabar con sus soldados, se decidió a abandonar Tenochtitlán. El 30 de junio de 1520 salió de la ciudad, pero en el momento de la huida fueron descubiertos por los centinelas y los ejércitos aztecas cayeron sobre ellos. Sólo la vanguardia logró evadirse hasta Tlacopan y fue entonces cuando Cortés pudo darse cuenta de la temible derrota sufrida. Esto es lo que se denomina la “noche triste”.
Los españoles huyeron hacia Tlaxcala y en el camino murieron casi todos los aliados tlaxcaltecas que los acompañaban. A su llegada fueron bien recibidos. Allí pudieron reponerse de las heridas y además preparar minuciosamente la campaña con la que sitiarían y destruirían finalmente Tenochtitlán. Permanecieron en las casas de Xicohténcatl y Maxixcatzin, con los que Cortés celebró una alianza militar, haciéndoles muchas promesas si obtenía la victoria.
Los mexicas, mientras tanto, enviaban embajadores a todos los pueblos solicitando ayuda y alianza en contra de los españoles. Ofrecían a cambio perdonarles el pago de tributos y devolverles propiedades. Pero ocurrió que la mayoría de los pueblos se alegraban al contemplar la desgracia de los aztecas, sus tradicionales enemigos. Conocedores de ese sentimiento, los jefes de Tlaxcala se reunieron y decidieron apoyar a los hispanos.
Ya seguro Cortés no sólo de la alianza de los tlaxcaltecas, sino de la de los cholultecas y huexotzincas, inició una serie de campañas a partir de agosto de 1520, apoderándose primero de los señoríos que pertenecían a los aztecas y que rodeaban la ciudad de Tenochtitlán.
Para acabar con el poderío naval azteca, compuesto de miles de canoas que le impedían llegar a Tenochtitlán, resolvió fabricar 13 bergantines o pequeños barcos. La tarea la encomendó al carpintero Martín López, quien los construyó con madera del volcán de la Malinche, en el barrio de Atempan, que en la época colonial se llamara San Buenaventura. 
Al regresar Cortés a Tlaxcala, después de su triunfal campaña contra los señoríos dependientes de los mexicas, fue informado de la muerte de Maxixcatzin a consecuencia de la viruela, enfermedad que los españoles trajeron a América. En seguida se dispuso a preparar su ataque a la capital azteca: hizo un recuento de su ejército y el señorío tlaxcalteca presentó el suyo, que estaría bajo las órdenes de Cortés. 
Así desfilaron los cuatro señores principales con sus escudos y estandartes, acompañados de flecheros, músicos y pajes. Más de 20 mil guerreros indígenas se unieron a los españoles en la conquista de Tenochtitlán. A orillas del lago de Texcoco, otro gran número de tlaxcaltecas transportaron durante cuatro días las piezas de los bergantines. Al mismo tiempo, la división tlaxcalteca, bajo las órdenes de Xicohténcatl hijo, y de Calmecahua, marchó de Texcoco a Tenochtitlán. Fue entonces cuando ahorcaron a Xicohténcatl. Finalmente, después de una cruel lucha y un largo sitio, cayó Tenochtitlán, el 13 de agosto de 1521. Allí tuvieron una actuación destacada los generales tlaxcaltecas Cuamatzin, señor de Contla, Tolinpanecatl, de Tepeyanco, y Acxotecatl, de Atlihuetzía.
La alianza entre Hernán Cortés y Tlaxcala
Es muy conocida en la historia de la conquista de México la alianza que los tlaxcaltecas establecieron con los conquistadores españoles para emprender la guerra contra las fuerzas del imperio mexicano. Un poco menos conocido es que los tlaxcaltecas, en un principio, negaron la entrada a los españoles a su territorio y tuvieron grandes batallas contra ellos.
La confederación de Tlaxcala
Tlaxcala no era un pueblo tributario del imperio azteca, era una confederación de varios señoríos que luchaban unidos para defenderse de los ataques de los mexicas. Los señoríos de Tlaxcala eran Tizatlan, Ocotelulco, Tepetícpac y Quiahuixtlan. En los tiempos de la conquista los señores más influyentes eran Maxixcatzin, de Ocotelulco, y Xicoténcatl el viejo, de Tizatlan.
Se cree que los aztecas nunca sometieron a Tlaxcala para que sus guerreros jóvenes tuvieran un enemigo cercano con el cual combatir. Los tlaxcaltecas vivían en continuo estado de guerra y con ciertas privaciones, su territorio estaba rodeado por los aliados o tributarios de los mexicas, no usaban productos como la sal o el algodón, pues estaban impedidos de comerciar con otros pueblos.
La oferta de paz de Hernán Cortés
Cuando los españoles inician el ascenso, de la costa hacia el altiplano central, deciden -a propuesta de sus primeros aliados, los cempoaltecas- pasar por territorio tlaxcalteca para tratar de concertar una alianza en contra de los mexicanos. Cortés envía unos mensajeros cempoaltecas con el encargo de comunicar a los señores de Tlaxcala su deseo de pasar por sus tierras. Les escribe una carta -aunque sabía que no la entenderían- y les envía un regalo -un chapeo (sombrero) de Flandes. Pasan los días y los mensajeros no regresan con la respuesta, entonces, cuando Cortés decide penetrar a tierras de Tlaxcala se le considera como un invasor.
Las batallas entre Hernán Cortés y los tlaxcaltecas
La propuesta de paz de Hernán Cortés resultaba sospechosa a los tlaxcaltecas, era muy extraño que un extranjero que se presentara en son de paz y con una posible propuesta de alianza contra los mexicanos estuviera acompañado precisamente por algunos señores de los mexicanos. Después de una primera batalla de reconocimiento -al parecer primero enviaron a un contingente otomí- las fuerzas al mando de Xicoténcatl el Joven hacen frente a los españoles. Por la superficie del terreno los caballos de Cortés no pueden desempeñarse bien, en tanto que las fuerzas de Tlaxcala atrapan y logran dar muerte a un caballo -la yegua de Morón, un soldado. Al parecer, Xicoténcatl deseaba demostrar que los caballos -los llamaban venados- eran sólo animales domésticos, cosa que logró. 
Esta batalla sucedió el 2 de septiembre de 1519 y se conoce como la batalla de Tzompantzinco.Tres días después ocurre otra batalla, los tlaxcaltecas han logrado conjuntar un ejército de cincuenta mil guerreros, pero, por diferencias entre los diferentes mandos, no todos combaten, lo cual es una ayuda para los españoles. 
La concertación de la paz
Después de esto y ante el fracaso de un intento de ataque sorpresa, los tlaxcaltecas deciden entablar pláticas con Hernán Cortés. Cuando esto ocurre, según la crónica de Bernal Díaz, los españoles están exhaustos y desmoralizados. El senado de Tlaxcala envía una embajada al campamento español y se le invita a entrar en una de las ciudades principales para ser recibido por los máximos dirigentes de la confederación tlaxcalteca.
Días después Hernán Cortés entra a Tizatlan y se pacta la alianza, los señores de Tlaxcala entregan algunas de sus hijas a Hernán Cortés, quien a su vez las entrega como esposas a sus principales capitanes. 
Después de esto, Hernán Cortés y un contingente tlaxcalteca inician su camino hacia Tenochtitlán, toman la dirección de Cholula, una ciudad aliada de los mexicanos.

Hernán Cortés y la conquista de México

Mucho se ha escrito acerca de la conquista del imperio mexica por Hernán Cortés. Un pequeño contingente de alrededor de quinientos hombres buscando fortuna, con armamento superior, fue capaz de vencer al ejército, a los ejércitos, más bien, del emperador Moctezuma.

Ante la victoria la personalidad del conquistador resalta en primer lugar. Sus innegables aptitudes, de las que se valió para vencer a un imperio poderoso, le han impedido estar en gracia con quienes después han habitado la tierra mexicana. Por razones que parecen obvias Hernán Cortés no deslumbra a los mexicanos, ni de la actualidad ni de cualquier época anterior. El sentir general es que la conquista fue una masacre de la que Cortés es el máximo, si no es que el único, responsable. Sus decisiones -como el hundimiento de sus naves o la matanza de Cholula- drásticas siempre fueron en pos de un objetivo: derrotar las fuerzas del imperio mexica y tomar posesión de las tierras nuevas en nombre del monarca español. Ese objetivo, o la insaciable sed de oro, vienen a ser, por el momento, la misma cosa.

Es natural pensar que la conquista de la tierra y el sometimiento de los pueblos indígenas a manos de los españoles era algo inevitable dado que, tecnológicamente, Europa superaba a las culturas mesoamericanas. Hasta la fecha, la rapidez y la prestancia con que ocurrió la conquista no deja de causar asombro.

Entre 1519 y 1521 se consumó el triunfo de los conquistadores, nunca hubo marcha atrás, nunca hubo indecisiones, la marcha de la costa hacia el altiplano no tuvo inconveniente alguno para Cortés y sus hombres -la guerra con Tlaxcala fue determinante porque Cortés, en lugar de ser derrotado, salió más fuerte de ella. Sólo hubo un tropiezo, la huida y derrota en la Noche Triste. Después de ello los españoles se recuperan y planean su estrategia de contraataque en Tlaxcala.

Pero si Cortés tenía más de un motivo para perseguir la victoria, los mexicas tenían mucho trabajo hecho para propiciar su derrota. El peso de las imposiciones que aplicaban a sus súbditos estaban en el mismo lado de la balanza que los motivos del ambicioso conquistador. Como contrapeso a todo esto los aztecas sólo tenían sus armas, sus dioses y su clase dirigente.