Los
Niños Mártires de Tlaxcala (Protomártires del
continente Americano) fueron los primeros laicos católicos americanos
que sufrieron el martirio en defensa de la fe católica dentro del territorio
mexicano. Nacieron entre 1514 y 1517, en Tlaxcala, México.
El Obispo de
Tlaxcala, Mons. Julio César Salcedo Aquino, señaló que Cristóbal, Antonio y
Juan deben ser un modelo “para todos los mexicanos y para el mundo”.
“Tlaxcala fue la cuna
de la evangelización, donde llegaron los franciscanos. Ellos fundaron la escuela
franciscana de catequesis, de evangelización. Los Niños participaban de ella y
comenzaron a crecer en la fe y supieron asumir profundamente todos los procesos
de conversión”, destacó. “Al recibir la semilla del Evangelio sintieron la
necesidad de compartir lo que habían descubierto, y desde allí anunciaron el
Evangelio. Después llegó el martirio primero de Cristóbal y luego de los otros
dos”, manifestó.
Los
nombres de los tres niños eran Cristóbal, Antonio y Juan quienes fueron de los
primeros evangelizados por los frailes franciscanos y dominicos inmediatamente
después de la conquista, aunque no se sabe con exactitud su fecha de
nacimiento, se sabe que murieron Cristóbal en 1527 y Antonio y Juan en 1529.
Fray Julián
Garcés,
primer obispo en la Nueva España, sostiene a un indígena con los Niños
Mártires de Tlaxcala detrás
de él y otros elementos pintados por Desiderio
H. Xochitiotzin en el Palacio de Gobierno de Tlaxcala.
En el
Estado de Tlaxcala en México existen tres niños ejemplares que a partir de una
fe total y muy firme nos muestran que defender su causa es tenerle amor a Dios;
como lo decía San Agustín “No es el sufrimiento, sino la causa, lo que hace
auténticos mártires, el mártir no defiende su vida sino su causa que en su
convicción religiosa, su fidelidad a Dios y a sus hermanos y esta se defiende
muriendo”. A continuación recordaremos el martirio que recibieron estos tres
niños Tlaxcaltecas.
Cristóbal
nacido en Atlihuetzía, Tlaxcala aproximadamente en 1515 hijo de Acxotécatl
quien era el cacique principal, esto es, que después de los cuatro señores en
jerarquía seguía él. Acxotécatl tenía cuatro hijos, de los cuales Cristóbal era
el hijo mayor y el predilecto. Cristóbal aprendía mucho de la doctrina cristiana
al escuchar a los Frailes así que pidió el bautismo el cual le fue administrado
días después. Al igual que los Frailes predicaba constantemente a su padre y a
sus vasallos, sin embargo su padre no lo tomaba en cuenta, así que comenzó a
tirar y romper los ídolos de su padre así como el pulque con que se
emborrachaba su padre y sus vasallos; al ver esto, sus criados le dijeron a
Acxotécatl el cual enojado decidió quitarle la vida, así que lo tomo de los
cabellos, lo tiro al suelo y le dio crueles golpes y con un palo grueso de
encina le dio muchos golpes por todo el cuerpo hasta fracturarle los brazos,
piernas y las manos con que se defendía la cabeza, tanto que casi de todo el
cuerpo corría sangre mientras Cristóbal invocaba a dios diciendo: “Dios
mio, tened misericordia de mí, y si tú quieres que yo muera, moriré; y si tú
quieres que viva, libradme de mi cruel padre” Viendo que el niño seguía vivo lo
mando a arrojar a una hoguera, lo apuñaló y el niño le dijo a su padre: “No
pienses que estoy enojado, porque yo estoy muy alegre, y sábete que me has
hecho más honra de los que vale tu señorío”.
Antonio
y su criado Juan. Dos años después del martirio de Cristóbal, llegó a Tlaxcala
un Fraile llamado Fray Bernardino Minaya, con otro compañero, los cuales iban
encaminados a la provincia de Huaxyacac y le pidieron a Fray Martín de Valencia
que les diese algún muchacho para que les ayudasen a la misión evangelizadora.
A esta petición de ofrecieron inmediatamente Antonio y su criado Juan
(provenientes de Tizatlan, Tlaxcala). Al llegar a Tepeyacac Fray Bernardino
Minaya envió a los niños a que buscasen por todas las casas de los indios los
ídolos y se los trajeran. Ellos conocían perfectamente el lugar y por ser
niños, podían realizar tal empeño sin que peligrasen sus vidas. Para realizar
la encomienda se alejaron un poco más de lo determinado a buscar si había más
ídolos en otros pueblos.
Y es en
Cuahutinchan, Puebla, cuando entrando en una casa y destrozando los ídolos,
vinieron dos indios, con unos leños de encina, y sin decir palabra, descargaron
su furia sobre el muchacho Juan. Al ver Antonio la crueldad con que aquellos
ejecutaban a su criado, no huyó, sino que echó en el suelo unos ídolos que
tenía, pero ya los dos indios tenían muerto a Juan, y luego hicieron lo mismo
con él.
Es por
eso que el trabajo evangelizador que desarrollaron los santos Tres Niños
Mártires de Tlaxcala, a pesar de su corta edad, pero llenos de amor y de Fe por
llevar la Nueva Buena encontraron la muerte al defender su causa. Así que
siempre recordemos que todos (sin excepción alguna) estamos llamados para
trabajar en la viña del Señor.
Oración: Oh Padre misericordioso, adoro profundamente
tu bondad infinita, por la fortaleza que le diste a los Santos Niños Cristóbal,
Antonio y Juan, quienes al principio de la evangelización de México, a pesar de
sus pocos años, llenos de fe y amor por extender tu reino y sin miedo a los
sufrimientos con su palabra y martirio nos dejaron una fe firme y sincera.
Concédenos por la intercesión de los Protomártires de América una transformación
profunda en la Iglesia de hoy, que nos lleve a vivir con alegría la fe de
Cristo para anunciar con nuestra vida diaria la verdad del Evangelio.
Por Jesucristo nuestro señor. Amén.