jueves, 31 de agosto de 2017

- Tarahumaras: correr y danzar para ser libres

Gran parte de las tradiciones actuales de los tarahumaras (o rarámuris) son una apropiación de lo aprendido de los misioneros jesuitas durante los casi 150 años que convivieron en la época colonial.
Las carreras de bolas (rarajípari)
Este es un juego de pelota muy común entre los tarahumaras y guarojíos. Es también el acto colectivo más importante que llevan a cabo los hombres tarahumaras. 
Consiste en lanzar con el empeine del pie una bola (komakali) hecha de raíces de encino u otro árbol y correr descalzo detrás de ella hasta alcanzarla. Con esta carrera los equipos realizan apuestas, resulta ganador quien llegue a la meta, la cual a veces está a 200 kilómetros de distancia. 
Las carreras pueden durar hasta dos días, toda la comunidad apoya y ayuda a sus competidores: les llevan agua y pinole, iluminan su camino durante la noche con ocotes encendidos, les echan porras, e incluso corren con ellos a lo largo de toda la ruta. 
Las mujeres también juegan a lanzar dos pequeños aros entrelazados, a lo que le llaman rowena. Con las carreras representan la razón de ser de su existencia: el correr.
Danzas y fiestas de los tarahumaras
Sus complejas celebraciones místico-religiosas están conformadas por danzas, tesgüinadas y ofrendas, en las que nunca falta la bebida tradicional de maíz llamada tesgüino
Para ellos la danza es una oración; con la danza imploran perdón, piden lluvia (para propiciarla se baila la danza de “dutuburi”), dan las gracias por ella y por la cosecha; danzando ayudan a "Repá betéame" (El que vive arriba), para que no pueda ser vencido por "Reré betéame" (El que vive abajo).
Puede afirmarse que el tarahumara ha conservado su vieja cultura con sorprendente tenacidad. Desde hace varios siglos emplean los mismos dibujos, los mismos símbolos en sus obras artísticas, en sus fajas, cerámica y cobijas. A sus muertos continúan dejándoles comida para el viaje sin retorno y les "ayudan" a subir al cielo mediante la celebración de tres o cuatro fiestas, según si el difunto es hombre o mujer. Aunque en muchos casos el significado de ritual ha desaparecido, éste ha demostrado gran vitalidad para subsistir.

Todos sus movimientos se han mantenido vivos, latentes y aún han influido en algunas ceremonias de la Iglesia católica. La existencia del patio para las ceremonias rituales, el humo, que es el incienso del tarahumara, el rocío de los cuatro puntos cardinales, y los cánticos ininteligibles se practican religiosamente.
Semana Santa tarahumara: Al llegar los misioneros a la sierra trataron de enseñar a los rarámuri ciertos pasajes evangélicos de la Semana Mayor, celebraciones que fueron de gran agrado para los indígenas. Actualmente en todas las partes donde hay un templo se siguen haciendo estas celebraciones siguiendo el mismo patrón que los misioneros les enseñaron. 
En estas fiestas colocan ramas de pino que marcarán el camino de las múltiples procesiones; aquí participan principalmente dos grupos: el de los fariseos (bandera blanca) y el de los soldados (bandera roja); ambos tienen capitanes que los dirigen, tenaches que cargan con las imágenes de los santos y los pascoleros que participan con la alegre danza del pascol, usando cascabeles alrededor de los tobillos bailan al son de los violines y flautas.
Un dato interesante es que los rarámuris representan a los chabochis (los blancos, mestizos, los mexicanos) en el grupo de los malos (fariseos), los cuales se pintan de blanco y representan a los partidarios de Judas, que en la danza simbólicamente andan en todas partes y dominan la situación, pero al final son vencidos y triunfan los representantes del bien: los soldados.
La Semana Santa Tarahumara (especialmente en Norogachi) consta de varias tradiciones místicas centradas en el conflicto de reinado de Dios y el diablo. En Chihuahua, México, la esencia de esta celebración es la reiteración, a perpetuidad, de la relación de los tarahumaras con Dios. Las festividades tienen lugar alrededor de las iglesias dispersas en un territorio de 35 mil km. cuadrados que conforma el “mundo” tarahumara. Son cerca de 30 templos a buena distancia entre ellos, a buen camino de los feligreses.
La comunidad se divide en dos clanes de la misma importancia: los “fariseos”, aliados del diablo, y los “capitanes y soldados” que defienden a Dios. Danzas, misas, rezos, ritos y plegarias se suceden en una eclosión más pagana que católica, aunque toda ella vibrante de religiosidad. Llegado el momento, el jefe, el mandamás de los dos bandos, consulta en voz alta la opinión de los “soñadores”, los depositarios del misterio y ellos contestan de forma solemne: Dios está débil y fácilmente vulnerable porque el diablo lo ha obligado a beber tesgüino, en cantidades increíbles, y Dios no ha logrado recuperarse todavía. El tesgüino es un fermentado de maíz, de contenido alcohólico (similar a la cerveza) espeso y nutritivo.
Todo comienza el miércoles cuando se encienden fogatas en la punta de los cerros que rodean a Norogachi. Los tambores de cuero de chivo, suenan en lo alto desde los cuatro puntos cardinales. El día jueves santo los pintos, haciendo honor a su nombre, dibujan en todo el cuerpo manchas blancas con piedra de cal disuelta en agua, que secan al sol o al calor de las hogueras en espera de la señal para salir a patear las calles terregosas con sus huaraches de suela de llanta y cuero, algunos cargan un penacho de plumas de gallina.
Durante tres días no dejan de sonar los tambores, las flautas y violines, que hacen recordar música de antaño; hay mucha actividad en el pueblo y los ancianos van y vienen, mientras que los niños juegan entre las mujeres que muelen el maíz para el tesgüino. 
El último día se escenifican luchas vigorosas entre fariseos y soldados, que simbolizan y recuerdan la eterna confrontación del bien y el mal. Los pascolas, o danzantes, bailan hasta el amanecer con sus cuerpos pintados. Los rarámuris exhiben a Judas, bromean con su imagen, lo dejan a un costado de la entrada principal de la iglesia, hasta donde llegan los pascolas. Le arrojan piedras, lo atraviesan con sus lanzas en medio de la algarabía generalizada, el mal ha muerto y es llevado a la hoguera, donde arde. El festejo religioso ha terminado y se da paso entonces a las fiestas.

Danzas rituales

Las danzas que realizan los tarahumaras no son exactamente bailes sociales, sino ceremonias llenas de significado; son una plegaria en pantomima, cuidadosamente ejecutada, y jamás cambiada por la inventiva. Pocas ceremonias tienen la afinidad del actor y el espectador inherente en estas danzas, hilos de comprensión tejido en la tela de la vida de la tribu, motivación espiritual de costumbres y creencias. Para el observador curioso podrán parecer un retroceso raro, de fondo impresionante, e indumentaria artística, pero, esencialmente, entretenimiento. Mas, para ellos, significan mucho más, pues a través de sus danzas se desenvuelve su cultura y en ellas expresa sus esperanzas, sus temores, los tormentos de su alma, sus anhelos de vida mejor, y sus plegarias por felicidad y alegría. Bailan para agradecer bendiciones o para alejar los maleficios y para evitar las enfermedades, el sufrimiento y la tragedia.
A través de sus danzas se ponen en comunicación con Dios. Al son del ruido isócrono que producen sus sonajas, con unción religiosa, ejecutan el Tutugúri y el Yúmare, tan parecidos al mitote de los huicholes y tepecanos del Sur; las pascolas y la Raspa del jícuri (jíkuri sepawáame).
El baile Tutugúri, es deprecatorio y generalmente se ejecuta de noche, especialmente en época de cosechas. Lo bailan toda la noche, y al amanecer se comen las ofrendas que habían colocado al pie de las creces. Tanto este baile como en el Yúmare no se tocan el violín y la guitarra, sino nada más acompaña al canto del sacerdote la sonaja. Con excepción de la Semana Santa, los Matachines –baile de la época colonial– se bailan en todas las fiestas al son de guitarra y violín.
Es interesante observar que la característica más notable es el silencio. La vida nómada y las tesgüinadas no se prestan para una extensa mitologíao para un acervo de cuentos y leyendas.

Festividades

Las fiestas son una parte importante de su cultura porque conserva su identidad. Entre las ceremonias más trascendentes están las que realizan durante el ciclo agrícola, en fechas del calendario católico y cualquier acontecimiento familiar como el nacimiento de un hijo.
La tradición es que cada hombre organice tres fiestas durante su vida y la mujer cuatro porque es la más propensa al pecado y debe pagar más. Un elemento básico de la ceremonia es la presencia del cantor, quien desde que se oculta el sol, cuando inicia la fiesta, hasta la madrugada del día siguiente entona los cantos que sirven de fondo para que hombres y mujeres dancen. También bailan la “Pascola” que acompañan con música de arpa y violín.
En la etnia de los guarijío, cuando alguien de la comunidad muere, se realizan tres velaciones, pues consideran que debe volver a recoger sus huellas por los lugares donde pasó y en caso de no hacerles las ceremonias se convierten en almas sin descanso. Al igual que los tarahumaras, pima y tepehuanes, beben tesgüino durante los rituales, lo que acarrea problemas de violencia.
Tesgüino
Del nacimiento a la tumba, a propósito del ciclo agrícola, de las fiestas, del trabajo compartido al servicio de la comunidad, el “tesgüino” los acompaña para subrayar la convivencia, el esfuerzo común, la celebración especial, es el alimento fundamental de los dioses. Por esta razón se ofrece al sol y a la luna, a los cuatro rumbos del universo, a las milpas y a los innumerables espíritus del cosmos.
Los matachines
Son los bailarines que actúan en las fiestas de la iglesia. Se distinguen por el brillante colorido de su atuendo. La danza matachín es ejecutada por un número par de bailarines, ocho o doce, que bailan acompañados de violines y guitarras. Es un baile de movimiento, giros y cambios rápidos, ejecutado en dos hileras de danzantes bajo la dirección del jefe. Los chapeones marcan el ritmo lanzando gritos en falsete, además de ser la única persona que usa máscara, también revisan que la indumentaria de los danzantes sea la establecida.
El chamán es el guardián de las costumbres sociales de un pueblo. Sus obligaciones como especialista ritual y terapéutico le obligan a ser un defensor del orden tradicional. Su función es establecer un equilibrio entre el cuerpo y el cosmos. Algunos chamanes utilizan el peyote (híkuli) para sus curaciones, esta planta alucinógena tiene un uso restringido y sólo los chamanes saben la cantidad que se utilizará, así como su recolección y almacenamiento. Se usa como ungüento en la piel para sanar reumatismo, mordeduras de serpiente y otras dolencias. En ciertos lugares solo se usa el Jiculi para curar, y en otros la Bakanoa, son plantas sagradas que tienen asegurada su territorialidad. y los de un lugar no se atreven a mencionar la planta del otro lugar.
El Chamán (sukurúame) emplea prácticas ocultas para hacer el mal. y el Owiruame es el sanador bueno, en los días antiguos se transportaba de un lugar a otro en forma de ave, al llegar a su destino recuperaba su cuerpo, a veces viajaba junto con su familia.
Los tarahumaras son muy religiosos pero practican sus creencias al margen de iglesias, este pueblo es digno de admiración, pues ha preservado muchas de sus costumbres, a pesar del dominio y la imposición de las iglesias europeas.
Se organizan en torno a los cantores (maynates) y rezadores, ancianos que ofician y conducen las ceremonias al ritmo de sus sonajas que hacen con bules y sus cantos guturales donde van narrando y describiendo la vida de los animales del monte como los lobos, coyotes, mulas y zopilotes.

Uso ritual del peyote

"Para los tarahumaras el peyote es el hikuli, el ser espiritual sentado al lado del Padre Sol. Es una planta tan potente que portaba cuatro caras, percibe la vida en siete dimensiones, y a la que nunca se puede permitir reposar en el hogar de los vivos. Para recoger el hikuli los tarahumaras viajan lejos, hacia el sureste, más allá de las estribaciones de la sierra, en el desierto. Allí encuentran la planta al escuchar su canción. El hikul inunca deja de cantar, incluso después de ser recolectado. Un hombre contó que al volver al desierto había tratado de usar como almohada su bolsa de hikuli. Su canto era tan alto que no podría dormir.
Ya seguros en casa, los tarahumaras extienden el hikuli en mantas que luego pringan por encima con sangre, para luego guardar con cuidado las plantas secas hasta que las mujeres estén prontas a molerlas en un metate hasta convertirlas en un espeso líquido ocre. Se hace una gran hoguera, con leños orientados hacia el este y el oeste. Sentado al oeste del fuego, un chamán traza un círculo en la tierra dentro del cual dibujaba el símbolo del mundo. Coloca en la cruz un botón del peyote y lo tapa con una calabaza invertida que amplifica la música y placía al espíritu de la planta. El chamán luce un tocado de plumas, que le infunde la sabiduría de los pájaros y evita que los vientos malignos entren en el círculo de fuego. Después de las porciones el peyote pasa de mano en mano y hombres y mujeres envueltos en telas blancas y descalzos empiezan una danza que dura hasta el amanecer. Luego, a la primera señal del sol, el chamán y su gente se paran hacia el este y se despedían con los brazos del hikuli, el espíritu que había descendido llevado por las alas de palomas verdes, para partir luego en compañía de una lechuza.".

Mezcla de religiones

Los tarahumaras tienen como Dios principal una fusión de Cristo con su dios, al cual denominan Onorúame, quien hizo al mundo y lo regula. Las concepciones religiosas incluyen el concepto del alma y el de su pérdida. El hombre está rodeado de seres malignos y benignos; el viento es bueno y el tornado es malo. Se han añadido a sus creencias los nombres de Jesús, María, Dios, infierno y pecado, el uso del rosario y del crucifijo y el santiguamiento.

Mito de la creación tarahumara

“Dios creó a los rarármuris y el diablo a los chabochis”. Bajo la premisa de esta leyenda que se transmite por tradición oral entre los indígenas de la Sierra Tarahumara, subyace una realidad insoslayable: la pobreza y la marginación de las etnias que habitan el territorio e.
Según otros historiadores, contrario a el Sr. Luis González, el vocablo Rarámuri significa "hijos del Sol". El vocablo Rayénari significa "Sol" o "Estrella luminosa" siendo el Sol su dios principal.
En la leyenda, Dios se enoja con los rarámuris porque perdieron una competencia ante los chabochis. Y de allí devino una sentencia que se ha convertido en práctica ancestral, que durante siglos ninguna autoridad, ni divina ni humana, ha podido erradicar: “...Les dijo que de ahí en adelante serían pobres (los rarámuris) y los chabochis ricos”.
El Sol y la Luna
Es creencia general entre los tarahumaras el hecho de que en un principio todo lo era el Sol y la Luna porque que en forma de niños vivían solos, vestidos únicamente con hojas de palmilla y habitaban una choza de palos revocados con lodo y techo de palma. Estos niños no poseían ningún bien terrenal: ni vacas, ni chivos, ni gallinas, ni borregos, ni cóconos. Los dos niños eran de color oscuro y el lucero de la mañana era el único que brindaba luz a la tierra pecaminosa. La luna se comía los piojos de la cabeza del sol y el lucero de la mañana los vigilaba.
Poco después varias centenas de tarahumaras no hallaban qué hacer en tanta oscuridad. No podían trabajar y tenían que tomarse de la mano para no tropezar con las piedras y caer a los barrancos. Pero he que un día curaron al sol y a la luna tocándose el pecho con crucecitas de madera de madroño mojadas en tesgüino, y poco a poco el sol y la luna empezaron a brillar y a dar luz. Cuando el mundo se llenó de agua (diluvio), un niño y una niña tarahumara subieron a la montaña llamada Lavachi (guaje), situada al sur de Panaláchic, de la cual llegaron cuando el agua desapareció llevando consigo tres granos de maíz y tres de frijol, y como todo estaba blando con tanta agua, las plantaron en una roca, se acostaron y tuvieron un sueño aquella noche. Posteriormente cosecharon, y de ellos descienden todos los tarahumaras.
La leyenda de Basaseachi
Ocurrió en tiempos inmemorables, cuando el mundo estaba tiernito, antes de que llegaran los españoles a esta tierra. Candameña era el amo y señor de la Alta Tarahumara. Tenía una hija llamada Basaseachi, de extraordinaria belleza.
Muchos aspiraban a ella y el celoso padre les impuso una serie de difíciles pruebas. Cuatro de ellos las superaron: Tónachi, señor de las cimas; Pamachi, el de más allá de las barrancas; Areponápuchi, el de los verdes valles; y Carichí, el de las filigramas de la cara al viento.
Pero en la última prueba que Candameña les impuso todos murieron. Basaseachi, desesperada, se arrojó al abismo. Su caída se transformó en cascada por la poderosa magia del brujo del lugar. Desde entonces su cuerpo no ha dejado de fluir por las profundidades de la barranca.
Nunca se supo de Candameña, la tristeza lo invadió y desapareció, aunque muchos creen que su espíritu vaga por la barranca buscando el cuerpo de su amada hija.
las fiestas son la base para la reproducción social, la manera de mantenerse como grupo. Son también parte importante de su principal forma de ayudarse, el kórima. Es en las fiestas donde se casan, donde se forman las parejas, donde construyen sus redes de parentesco. Es ahí donde se resuelven los problemas de la comunidad, donde las autoridades, como el gobernador, el segundo gobernador, el comisario ejidal y el comisario policía, dan el nawésari, el discurso, en el que, de forma muy solemne y durante varios minutos, recuerdan a la gente lo que es ser un buen rarámuri
Cuando las misiones llegaron a la sierra enseñaron a los tarahumaras pasajes evangélicos de la Semana Mayor. Hasta nuestros días perduran estas fiestas, marcadas por un camino de ramas de pino donde los fariseos (bandera blanca) y los soldados (bandera roja) danzan entre imágenes de santos, cascabeles, violines y flautas. Al final vencen los representantes del bien, los soldados, a los partidarios de Judas: blancos y mestizos.
Las danzas tarahumaras también son parte importante en su cultura sin dejar de tener un carácter festivo. Bailan para acercar la esperanza, agradecer bendiciones, alejar maleficios, evitar enfermedades, sufrimiento y tragedia. Por ejemplo, el baile Tutugúri se realiza de noche en época de cosecha y al amanecer los danzantes comen de las ofrendas.
Los tarahumaras festejan y conservan identidad, realizan rituales que unifican el pasado y el presente, por ejemplo: durante el ciclo agrícola, en las fechas del calendario católico, en el nacimiento de un hijo; siempre en presencia del cantor. La tradición manda a que cada hombre organice tres fiestas durante su vida y la mujer cuatro, pues debe pagar más por ""sus pecados"".
Los tarahumaras, a diferencia del pensamiento occidental, creen pertenecer a la naturaleza. La ceremonia del peyote o híkuli, las danzas de matachines, las carreras de bolas o rarajípari, son prueba de ello.
****Ver este video donde un guia explica a los visitantes las artesanias, el arte de correr y visitan casas de los tarahumaras en las Barrancas del Cobre:
https://www.youtube.com/watch?time_continue=421&v=JZ34L08lf6E
El calendario festivo está estrechamente relacionado con el ciclo agrícola. Las fiestas más importantes son el día de La Candelaria, Semana Santa, la fiesta del patrón de la iglesia, la Purísima Concepción, la Virgen de Guadalupe, la navidad, el fin de año y la Epifanía. En las ceremonias se llevan a cabo las danzas de Matachines y Yúmari -excepto en Semana Santa en que se baila Fariseos y Pascola, y se ofrece tesgüino y comida a Onóruame, que se comparte con los asistentes a la celebración.

*** Ver este video que nos muestra un dia de la vida de una familia tarahumara en las Barrancas, sus casa-cuevas en las rocas, su trabajo cotidiano, visita a familiares y su música:
https://www.youtube.com/watch?v=67WuBLHBd8g